DONDE ESTA?

REGATA GRAL. LAVALLE 1993

HISTORICA CRONICA DE LA PRIMERA REGATA A GRAL. LAVALLE JUNIO DE 1993

Por Leo Plantié


El pasado 13 de junio a las 050 de la madrugada en el puerto de Gral. Lavalle, podemos decir sin temor a equivocarnos, se cumplió un sueño de algunos navegantes que, con la pasión por el deporte, llevamos adelante la REGATA SAN ISIDRO –GRAL LAVALLE .

Casi la totalidad de los barcos arribados tomó amarra en ese instante en el largo y cómodo murallón del puerto, recibiendo un caluroso y entusiasta recibimiento por parte de la población, quienes esperaron durante toda la jornada el arribo de los yates.

El domingo 12 de junio a las 15,25 hs. recibía el top el primer barco en la línea.

Personalmente el Sr. Jefe de la Sub Prefectura de Gral. Lavalle Prefecto Pedro Pascual Peralta, hacía sonar estridentemente la sirena. Con gran emoción fue recibido el APOLO REX.

La flota fue arribando a lo largo de toda la tarde y parte de la noche fondeando en las proximidades de la línea junto al patrullero destacado por la Prefectura, a la espera de marea para acceder a la Ría de Ajó.

El operativo del ingreso se realizó a las 24 hs., encabezando el patrullero la larga caravana de veleros, y,el Sr, Prefecto verificando desde un semi-rígido todo el operativo. La tarea fue ejemplar. La totalidad del personal de la Prefectura de Gral. Lavalle hizo gala de un conocimiento profundo de la zona y de un espíritu marinero que nos llenó de orgullo.

Lo insólito para todos los participantes fue encontrarse que en Gral. Lavalle no existe un club náutico. Lo inédito, el rol del mismo fue cumplido ampliamente por la Sub Prefectura. La totalidad de los participantes sintieron estar en su casa, en su club, fue tanto el calor y la colaboración prestada por los dueños de casa.

Durante la mañana del 13 de junio en un sencillo y emotivo acto, con la presencia del Sr. Intendente Dr. Gustavo Dubsky, del Sr. Prefecto don Pedro Pascual Peralta, autoridades del Municipio de San Isidro Sr. Gustavo Givot, representantes del Municipio de Dolores, representantes del Municipio de la Costa, la totalidad de los tripulantes y el pueblo de Gral. Lavalle, en la Plaza Alte Brown ubicada en el mismo puerto fue descubierta una placa de los tres clubes organizadores de la prueba en reconocimiento al PUEBLO DE Gral. Lavalle.

La entrega de premios fue notable. 450 personas concurrieron a la misma, donde fue servido un fabuloso asado con el cual agasajaron a las tripulaciones. Seguramente no será olvidado fácilmente.

De la regata en sí surgen algunas reflexiones:

1) Cuando la convocatoria tiene el objetivo profundo de rescatar un hecho glorioso para nuestra Patria, como el protagonizado por los tripulantes del CG 93 Río Iguazú, no existe ni clima ni dudas que detengan a una flota bien preparada.

2) El puerto de Gral. Lavalle es sinónimo de tranquilidad por lo tanto un verdadero puerto alternativo en la ruta al sur.

3) Somos los navegantes con nuestra presencia los que modificaremos un estado de cosas obsoletas: el banco de la entrada de la ría puede y debe ser dragado, unámonos al pueblo y pescadores de la zona para logarlo.

4) La colaboración de UNEN es indispensable. Una boya de recalada y otra de enfilación de canal son necesarias.

El operativo ordenado por el Sr. Prefecto Mayor Don Roberto Santos, Jefe de Zona Río de la Plata, fue perfecto. La custodia y el apoyo permanente que recibimos del GC79 Río Deseado dieron a la prueba la cuota de seguridad y tranquilidad necesaria para lograr el éxito total. Al personal embarcado nuestro profundo reconocimiento de parte de todos los tripulantes.

Gral. Lavalle ya no es un mito. Absolutamente todos los que arribaron, 42 en total, comprobaron que, con las condiciones mareológicas mínimas necesarias, el arribo es posible. Hemos trabajado humildemente 5 meses colaborando para realizar una regata que marca el inicio de un camino posible. Creemos que se puede.


NOTA: SAN ISIDRO, 20 DE JUNIO DE 1993. En pleno preparativo de la próxima regata 2012, me pareció oportuno rescatar la crónica de la primer regata a la CRUZ DEL SUR. GENERAL LAVALLE Y SU GENTE NOS ESPERA.

Leo Plantié


DISEÑO DE CASCOS

ESTABILIDAD DE RUTA Y DISEÑO DE CASCOS
Aporte de don Groncheto
Publicado en el foro del Galeón Pirata en junio de 2010.
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Una de las cualidades más apreciadas de un buen barco es la docilidad al timón.
Es realmente un placer incomparable timonear a un barco equilibrado y dócil, fácil de mantener, podríamos decir “sobre el filo de la navaja” de manera que la acción de timonear se torna comparable a la aplicación de pequeñas fuerzas a un lado u otro de un objeto pesado para mantenerlo sutilmente en equilibrio.
Es en esos momentos cuando un barco noble y obediente se hace apreciar: se deja guiar, no necesita ser forzado con prepotencia.
El defecto más común de muchos barcos bajo este punto de vista consiste en querer empecinadamente orzar en forma desmedida tan pronto escoran y a algunos se los pudo corregir con recursos que en definitiva consisten en mover el velamen hacia proa o agregar plano lateral a popa.
Los recursos mencionados sin embargo no han resuelto siempre satisfactoriamente el problema de lograr que un barco acepte dócilmente mantener su rumbo y su escora, porque el defecto muchas veces se debe a características de la forma del casco.
A raíz de sus estudios sobre este tema, el Almirante inglés Alfred Turner, cuyo hobby era precisamente dibujar y construir veleros de regata en miniatura, publicó en la década del 30 una teoría sobre las razones que provocan en ciertas embarcaciones, no necesariamente veleros, una marcada tendencia a desviarse de su rumbo por el simple hecho de escorar y propuso un método de diseño para evitar ese fenómeno.
El método por el cual se podía controlar el diseño de una embarcación para obtener estabilidad de ruta aún con distintos grados de escora consistía básicamente en lograr como “ideal absoluto” que cada sección transversal del casco tuviese su “metacentro” ubicado sobre el mismo plano horizontal al que llamó “repisa metacéntrica”.
En orden decreciente de perfección pero también aceptable, estaría el caso muy común de cascos cuyas secciones transversales tanto las de proa como las de popa tuvieran sus respectivos metacentros a menor altura que las del centro del casco.
Finalmente como casos defectuosos en cuanto a equilibrio de formas, por lo tanto candidatos a tener problemas de gobierno, estarían las formas de secciones transversales cuyos metacentros estuvieran en alturas crecientes a medida que se avanza desde proa hacia popa, es decir cascos con proas de poca estabilidad y popas de mucha estabilidad de formas.
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El croquis de líneas (fig.1) muestra a un velero que cumple con los requisitos de “ideal absoluto” según el método de Turner. Todas las secciones transversales son en este caso circunferencias con sus respectivos centros ubicados sobre la misma línea horizontal y el centro de cada circunferencia es también el metacentro de la parte sumergida en cada sección en cuestión.

Figura 1

El examen del croquis explica la razón de la estabilidad de ruta de este casco aunque escore, pues se puede observar que el mismo conserva una simetría perfecta aún con 30º de escora, con respecto a un plano que pasa a ser vertical con esa escora que es la “nueva crujía” y en consecuencia todas las presiones hidrodinámicas y la formación de olas serán también simétricas respecto a esa crujía ( excepto las generadas por la componente lateral generada por el velamen).

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El segundo caso, de formas ya no ideales pero aceptables bajo el punto de vista de la estabilidad de ruta se produce en los “dobleproa” clásicos, los botes balleneros y los barcos con espejos pequeños cuyas secciones transversales guardan suficiente simetría con las de proa, en estos casos la popa por no ser excesivamente ancha con respecto a la proa no tiene gran tendencia a elevarse mas que la proa al escorar y en consecuencia los desequilibrios inevitables debidos a la asimetría de las presiones y la formación de olas en una banda con respecto a la otra pueden ser contrarestados con una pequeña fuerza de timón, como muchos de nosotros lo hemos experimentado timoneando dobleproas muy mangudos y pesados pero muy dóciles (Fig2)

Figura 2

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El tercer caso que Turner considera decididamente defectuoso en los cuales tenemos proas agudas y profundas con secciones de poca estabilidad como indican sus metacentros bajos y popas chatas con secciones de mucha estabilidad como indican sus metacentros altos ocurre que con escora la popa se eleva mucho más que la proa con lo cual el timón pierde su eficacia para contrarrestar el desequilibrio de presiones y el barco tiende a girar fuertemente con la proa haciendo de pivote.(fig3)

Figura 3

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Los Scows norteamericanos, hoy desaparecidos, que vistos desde arriba eran aproximadamente rectangulares, y los catamaranes ninguno de los dos tiene especial tendencia a alterar su rumbo por escorar como en cambio ocurrirá siempre a todo casco que se parezca a una tabla de planchar ropa.
La forma de “doble cuña” con marejada por la popa o por la aleta puede producir problemas tan serios de gobierno como para evitar esa forma aún en los barcos a motor si se los piensa para el mar a pesar de sus favorables características bajo el punto de vista de la resistencia al avance.
El Almirante Turner tuvo éxito aplicando su método al diseño de sus modelos y sus principios comenzaron a usarse en el campo de los yates particulares en Inglaterra por parte de dibujantes de mucho renombre y éxito resultando barcos estables en su ruta y de buen gobierno, sin embargo el método del “estante metacéntrico” dejó de emplearse hace años porque en primer lugar se llegó a la conclusión que un balance riguroso y perfecto requiere sacrificios en las formas que afectan a la velocidad y en segundo lugar porque una vez reconocida la importancia del fenómeno y sus causas los dibujantes se habituaron a modelar “a ojo” las formas del casco para lograr un grado de balance suficiente, es decir que lograr el compromiso acertado sigue siendo, felizmente, un arte.
En el caso de veleros chicos la influencia del peso de la tripulación con su ubicación variable a elección es un gran elemento corrector de desequilibrios como también lo es el timón de grandes proporciones relativas pero en barcos grandes estos factores ya no bastan y es fácil imaginarse lo que ocurriría en un barco del tamaño de La Cautiva si no fuera de formas satisfactoriamente equilibradas.
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Hubo casos como el del Clase J Whirlwind malogrados por el defecto de equilibrio y en este caso particular según el propio dibujante Francis Herreshoff ni aún corriendo el mástil 6 pies hacia proa se pudo corregir la excesiva tendencia a ir a la orza al escorar lo cual debe haber ocasionado a ese gran dibujante una muy triste desilusión (fig4).

Figura 4


Para terminar me animo a decir que la aplicación de la formula IOR ha tenido una influencia perjudicial en el diseño de proas tanto desde el punto de vista del equilibrio de formas conducente a docilidad como el de bondades marineras en condiciones duras.
Es evidente que la aceptación de las proas “tipo IOR” en versiones para crucero, especialmente cuando dicha versión resulta en una inmersión bastante más profunda que la del original para regata, ya no es una buena solución.
Sí! Esas proas a la moda parecen agresivas, pinchadoras y sexys, pero suelen ser mala compañía.

UN POCO DE HISTORIA

Aporte de Leo Plantié

Es probable que algunos, con esta lectura, sientan tristeza, otros alegría o melancolía y algunos descubran que la náutica deportiva tiene sus héroes anónimos, los cuales con gran esfuerzo dejaron todo en pos de una meta.



LA CARABELA SANTA MARIA





PROYECTO BLANCO

En las primeras semanas del mes de enero de 1986 se presentó el Señor Roberto Cella para solicitar apoyo en el PROYECTO BLANCO, el cual lideraba el Sr.Carlos Saguier Fonrouge, contando con un equipo de cinco navegantes del cual él era el segundo en jerarquía.

Atendido por las autoridades de la Institución y contando con el apoyo del capitán de náutica de la misma, se determinó que el varadero y la pluma fueran de uso para el proyecto cuando así lo requiriera.

Para fin de enero, se había ubicado el velero Carabela Santa Maria en el varadero y comenzado los trabajos de alistamiento. La meta de la singladura sería ANTARTIDA.



El tiempo para realizar los trabajos era escaso, pero la voluntad del CAPITAN y los tripulantes no cejaba en lograr que para fines de noviembre concluyera el alistamiento.

Muchos inconvenientes surgieron con la embarcación. La misma tenía muchos puntos que reforzar, como así también, para mayor comodidad de la tripulación, había que modificar los interiores y colocar el timón en el interior. La singladura por el extremo sur sería muy exigente, por ello cierto confort ayudaría a concretar el intento.

El barco originalmente era un sloop. El capitán resolvió transformarlo en ketche, para lo cual se necesitaba un palo de mesana. Se pensó en el palo de un descabinado polaris, clase utilizada en el club YPF para dar los cursos. Habiendo un palo sin utilizar, en el club nadie dudó en cederlo para el proyecto, como así también su botavara y velas.

Promediaba octubre y no se había logrado motorizar el barco. Tampoco la Secretaría de Deportes de la Nación mandaba los trajes polares para los tripulantes, que prometieron oportunamente. En realidad, el único apoyo visible era del Club YPF y los tripulantes que permanentemente colaboraban en la empresa, aún con los inconvenientes que surgían a diario. Los nervios aumentaban según pasaban los días.

La zarpada no debería ser más allá del 1º. de diciembre. Las escalas previstas serían MAR DEL PLATA, ISLA DE LOS ESTADOS, USHUAIA y no más del 24 de diciembre zarpar a la Antártida.

El regreso del continente blanco sería el 10 de enero del 87, una escala nuevamente en Ushuaia y directo a Bs. AS. dando fin al Proyecto Blanco.

Se había previsto recambio de tripulantes en Ushuaia, tanto a la ida como a la vuelta. Varios tenían compromisos de trabajo en Bs. As.

Hasta ese momento, dicha meta no la había alcanzado ningún velero deportivo argentino.

Bien entrado diciembre, sin máquina, pocas velas en el pañol, con la única ayuda en víveres que proporcionó la firma LA SERENISIMA -por gestiones particulares de la esposa de un colaborador- que facilitó una importante cantidad de productos lácteos, más las colaboraciones de amigos y socios del YPF, finalmente y con un tremendo esfuerzo personal de Carlos Saguier y sus tripulantes, el barco fue botado en la pluma del club y remolcado por el velero Eridanus, propiedad del Sr. Leopoldo Plantie, largó amarras, según consta en el rol correspondiente, el 15 de diciembre de 1986.

Con dos semanas de atraso, la cosa se ponía seria. Los pronósticos meteorológicos de aquella época eran muy poco confiables.

Aunque aquel día fue realmente mágico, un Norte de algo más de 10 nudos y con un río en bajante, pronto desaparecieron en el horizonte a plena vela. Allá iban Carlos Saguier Fonrouge Capitán, Roberto Cella Segundo de Abordo, Alberto Irigaray Navegante, Marcelo Gabutti Tripulante Auxiliar de Navegación y Hernán Brizuela Médico de Abordo.




Todos los amigos pedimos buenos vientos como es lógico pero, la verdad, no tuvieron nada de buenos. Siempre de jeta, lluvia, bajas temperaturas y 4 días para llegar a Mar del Plata hacían presagiar problemas con el clima.

En el barco tampoco las cosas se presentaban bien. El casco hacía mucha agua.Con el apoyo de la comunidad náutica consiguieron pluma y soldadura eléctrica, taparon filtraciones, aún con la lluvia que seguía empecinada en no dejarlos tranquilos. Cuatro días de reparaciones y nuevamente al agua. Se acercaba la Navidad y aún en aguas de Mar del Plata. Los nervios iban en aumento. Llegando a la altura de Carmen de Patagones, nuevamente las filtraciones obligaban a sacar 5 baldes de agua por hora y aumentando. El desaliento comenzó a trabajar en la tripulación a pesar de los denodados esfuerzos que su capitán permanentemente aportaba con su ejemplo. Como una mancha de aceite, se propagaba lentamente en las mentes de los esforzados nautas. Prácticamente un año trabajando duro, invirtiendo tiempo, dinero y algunos descuidando sus intereses particulares, para estar pasando semejantes contratiempos... ni el clima ayudaba, todo en contra.

No había dudas a esta altura de los acontecimientos. Hay que entrar nuevamente a puerto y tratar de soldar las persistentes vías de agua que aumentaban con las horas. Claro que al no tener máquina de ningún tipo, el hecho de entrar a puerto también requería de buena voluntad del clima para hacerlo rápido.

La convivencia abordo, cuando todo se torna complicado -ropa mojada, frío, alimentos en estado dudoso por el agua de sentina, más el permanente achique- se tensa de tal manera que los amigos dejan a un lado las buenas formas, se convierten en contrincantes involuntarios.

El Capitán también se encontraba dentro de la pesadumbre. Veía como los días transcurrían y los inconvenientes aumentaban.

Finalmente, tomaron amarra en PUERTO DESEADO.

Nuevamente el barco debe ser reparado y Roberto Cella cumple su labor con la soldadura eléctrica, no deja un solo lugar sin repasar. Luego de una semana en tierra reunidos con amigos nautas de la zona que aportaron invalorable apoyo, otra vez a navegar.

En ese momento se produce la primer baja de la tripulación. Roberto Cella abandona el proyecto y vuelve a Bs. As. Problemas insalvables así lo requieren, el Carabelas queda con cuatro tripulantes y pone proa a ISLA DE LOS ESTADOS, más precisamente PUERTO PARRY.





ISLA DE LOS ESTADOS

Espero la memoria no juegue una mala pasada, pues lo siguiente es un pasaje de lo relatado por algunos de los tripulantes que, al regresar bien entrado el mes de febrero de 1987, amablemente nos dijeron: "La partida del continente fue bastante normal, el barco no tenía filtraciones mayores y la navegación con ropa seca y algo de víveres aportados por ocasionales colaboradores, se tornaba más tranquila y los sueños de seguir avanzando no habían terminado totalmente. La esperanza no los abandonaba no obstante lo avanzado del calendario.

La llegada a Isla de los Estados fue más que complicada. El mal tiempo reina casi permanentemente, el frío y la mar gruesa son moneda corriente en la zona que, por otra parte, es un cementerio de barcos de todo tamaño.

Sin máquina y con la pericia del capitán, finalmente arriban a Puerto Parry a pesar de los elementos climáticos, empeñados en negarles el arribo.

Al abrigo de la caleta, donde se encuentra el muelle mantenido por personal de la Armada Argentina, fondean finalmente y desembarcan para tomar contacto con el personal que se encuentra en el destacamento.

Por la noche, un fortísimo temporal desprende el ancla y el barco garrea peligrosamente pasando por arriba de una formación rocosa, provocando nuevos rumbos y, lo más grave, averiando la pala del timón.

Recuperado el barco y amarrado nuevamente con más respeto, comienzan los trabajos de reparar las nuevas averías pero con la dificultad de encontrarse en un lugar prácticamente sin nada que facilite la tarea.

El Capitán, haciendo gala de un espíritu digno de un gran navegante, resuelve sacar el timón, haciendo él mismo inmersión en aguas gélidas. Sin equipo, pero con el espíritu de lucha inagotable, sacan el timón, lo reparan en 24 horas y nuevamente a sumergirse para colocarlo y asegurarlo. Estas no serían las únicas inmersiones.Habría otra más adelante.

Cinco días después de la entrada a la isla, nuevamente ponen rumbo a Tierra del Fuego, más precisamente a Ushuaia donde llegan el 25 de enero. Para esta fecha ya se había tomado la resolución de abandonar la meta original Antártida y reemplazarla por el Cabo de Hornos.


USHUAIA

La llegada a Ushuaia tenía un propósito fundamental: reparar de forma definiva el timón, pues en Puerto Parry se hizo una reparación de fortuna que aguantó la dura salida de la isla y el cruce.

Las vías de agua se agravaron y nuevamente requerían solución. La Armada Argentina facilitó absolutamente todos los elementos necesarios para la tarea y proporcionó personal de buceo para fijar el timón, pero el Capitán nuevamente se sumergió y fiscalizó la tarea personalmente.

Estas repetidas inmersiones en aguas gélidas no son gratuitas, siempre dejan sus consecuencias, que en algunos casos son muy graves y en otros sustos mayores.

Con ayuda de personal de la Armada, todo se simplificó bastante, pero los días corrían y llegó febrero del 87.

La segunda baja se había producido. Al llegar a puerto, Hernán Brizuela abandonó su puesto por problemas laborales insalvables en Bs. As. En realidad, para esa fecha ya deberían haber llegado a SAN ISIDRO de no ser por la suma increíble de contratiempos y calamidades sufridas hasta el momento.


CABO DE HORNOS

El 5 de febrero zarpa el Carabelas rumbo al Cabo de Hornos con tres tripulantes: el Capitán Carlos Saguier Fonrouge, Alberto Irigaray navegador y Marcelo Gabutti tripulante.

Siempre sin máquina y con el viento acompañando de mala gana, avanzan lentamente hacia el temido Cabo.

A las 24 hrs. de navegación, un repentino malestar aqueja al Capitán y, según los dichos de los protagonistas, todo tenía la características de una dolencia cardíaca. Sin dudarlo, cambian el rumbo y, regresando al primer muelle que encuentran, finalmente desembarcan al Capitán, en una propiedad de unos ingleses de la zona que inmediatamente organizaron el traslado urgentísimo del enfermo, hasta el primer centro de asistencia médica de la zona, distante unos 100 km. Viajaron con una pick up a campo traviesa cumpliendo su objetivo, atender al Capitán. Las inmersiones no fueron gratuitas, había llegado el momento de pagarlas sin duda.

Luego de esperar unos días para saber del estado del Capitán, la tripulación por unanimidad resuelve seguir en pos del Cabo de Hornos, en un claro reconocimiento al esfuerzo por todos realizados y principalmente al Capitán, que en ningún momento cejó en la lucha.

El día 12 de febrero de 1987, a las 15,20 horas, el CARABELA SANTA MARIA VIRABA EL TEMIDO CABO DE HORNOS, con un tiempo magnánimo, viento del Noroeste y mar con olas muy extendidas.

ALBERTO IRIGARAY, junto a MARCELO GABUTTI, se convertían en CABORNIERS. Al regresar, tendrían el derecho de beber con un pie sobre la mesa.


EL REGRESO

Pasadas las euforias del momento, la tripulación organizó el regreso al continente. Tenían claro que con los pocos víveres abordo la cosa se complicaría mucho. Solamente leche en polvo, algunos tarros de dulce de leche y alguna barra de queso tipo fiambrín que aún conservaban desde la salida, era con lo que contaban. La ropa mojada se hacía sentir, especialmente por la noche, donde la temperatura dentro del barco no superaba los 5 grados. Sin máquina, tenían que dejar Isla de los Estados muy clara por babor, internarse en el Atlántico, no agradaba para nada pero la seguridad de maniobrabilidad en el mar sin máquinas las da el espacio para correr todas las contingencias, por lo tanto allá fueron y se encontraron navegando dentro de la zona de exclusión de MALVINAS impuesta por los ingleses. Afortunadamente pasaron sin grandes problemas y siguieron rumbo a PUERTO DESEADO, arribaron a fines de febrero de 1987.

Dejando a buen recaudo el barco regresaron a Bs. AS. vía terrestre. El barco no reunía las condiciones de seguridad requeridas para la navegación faltante y los recursos necesarios para los trabajos no existian por el momento.

En Bs. As. fueron recibidos por la tripulación completa y todos los amigos, que de una u otra forma colaboramos en la empresa y su Capitán, al recibirlos, los nombró formalmente CABORNIERS y esa noche bebieron cerveza con un pie sobre la mesa.





P/D :

Poco tiempo despues de esta epopeya del Carabela Santa María, el PEQUOD con el genial Hormiga Negra llegaría hasta los pagos Helados del continente ANTARTICO, también con un gran esfuerzo alimentado por la mística del navegante sin fronteras.


PUERTOS Y BARCAS: José Rosso

ARTE NAUTICO

En 2004 la UCA realizó una exposición de arte relacionado con los puertos y las barcas, exhibiendo obras de grandes pintores.

Gracias al aporte de Yudina, encontramos esta perla que presentamos en entregas. Esperamos que la disfruten!

Publicado por la Pontificia Universidad Católica Argentina

Pabellón de las Bellas Artes

Auspicia Secretaría de Cultura - Presidencia de la Nación

http://200.16.86.38/uca/common/grupo50/files/catalogos-desplegables/06_puertos_cat.pdf


José Desiderio Rosso
Del Riachuelo, 1945
Oleo sobre car tón, 52 x 68 cm
Colección Privada

José Desiderio Rosso. Nace en Buenos Aires el 13 de septiembre de 1898, y muere en la misma ciudad el 15 de abril de 1958. Autodidacto. Fue uno de los fundadores de la Sociedad de Arte Impulso. Su obra artística estuvo básicamente dedicada a mostrar los rincones característicos de La Boca (su barrio natal) y sus costumbres.


PROA AL ESTE EN EL XONE


Por Alita Wexler


Acodados en la mesa del cockpit, almorzábamos unos deliciosos tallarines con tuco regados con un buen tinto, protegidos con la bimini que estrenábamos en ese momento, con la mayor totalmente desplegada al igual que la genoa 3, en un borde de escotitas abiertas que “Amigo” -el pìloto automático amorosamente aportado en préstamo por Raúl Vainberg, capitán del Gaviota- sabía llevar con serenidad y firmeza.



El sonido sibilante que entrega la proa al quebrar las aguas saladas acompasaba nuestras libaciones que estaban alcanzando el paroxismo del placer.

El sol se hacía estrellas en las ondas ya marinas, y la brisa de la ceñida abierta nos brindaba el frescor necesario para disfrutar de la comida.

En la proa, ya se avistaba la silueta de dominó del Hotel Argentino de Piriápolis.


-Me quedé con las ganas de ir navegando a Punta del Este, tengo una bronca! mascullaba frustrado Luis mientras adujaba la mayor que habíamos desplegado en una placentera vuelta al perro en ese domingo de noviembre rioplatense en la bahía de Nuñez.

A lo que, muy suelta de cuerpo, le contesté: -Y vamos ...

-A Punta del Este? Con mi barco?

-Por supuesto! respondimos Carlos y yo al unísono.

Y así nomás, con este escueto y temerario diálogo, quedó sellada la suerte de nuestro verano. Nos iríamos los tres a Punta del Este navegando en el Xoné, el Acimut 28 de Luis, que necesitaba una intensa preparación para esa travesía.

Campitos le puso jarcia nueva, puso el palo a punto, mejoró la maniobra y le dio gobernabilidad al barco con esos pases mágicos que sólo él sabe hacer.

Se le hizo una genoa 3 para alternativa de proa. Drizas y escotas nuevas, cambio de motones y stoppers completaron la labor. Línea de vida y arneses fueron de rigor.

Se procuró el certificado de elementos para Río de la Plata exterior.

Alberto Rodriguez de la Shikandi completó la dotación de bengalas y Raúl “Gaviota” nos proporcionó la pínula.

Guille y Pablo Talmon nos dejaron el motor como nuevo y nos mandaron al mar con la tranquilidad de que no iba a fallar.

Se agregaron cabos de amarra, un fondeo de respeto, más cabo y cadena para el fondeo de labor.

Se repasaron las luces, la conexión de agua y de gas. Se agregó otra garrafa y un bidón para gasoil.

Lejos de amilanarse, Luis, primerizo en todas estas cuestiones, se iba agrandando en la campaña, y puso todo lo que había que poner para dejar el barco a son de mar. La seguridad era la prioridad, y la decisión de llegar a destino era la motivación. Nada nos detendría.

Nos fuimos dividiendo tareas, y el barco fue adquiriendo ese aspecto marinero que informa a quien lo mira desde el muelle que está por soltar amarras para ir a mojar su quilla en las aguas verdes de sal.


Nuestra primera pierna fue desde Nuñez hasta Sauce. Una singladura sin sobresaltos, que empezó el viernes 20 de enero a las 5 de la mañana y terminó ese mismo día a las 4 de la tarde, llevándonos a amarrar en el bonito y siempre dispuesto puerto de Sauce justo banda con banda con un barco amigo, el Electra.



Oh qué pequeño es el río! Del Electra me había bajado tres días antes después de una travesía redonda Olivos-Piriápolis-Olivos que disfruté como pocas por el barco, un plenamar 27 afinado como un violín Stradivarius, por la compañía del capitán Guillermo Talmon, de su compañera la hermosa Sol, y de su segundo de abordo, el fiel y portentoso Negro Julio, y que se hizo mágica por esa luna que se nos entregó en la proa, menguante y anaranjada como una tajada de melón rocío de miel, la primera noche de navegación.

A la mañana siguiente, temprano, nos despedimos del Electra y zarpamos de Sauce con destino al Buceo.


El río nos hizo conocer sus dulzuras. Un Este durísimo, que a veces rotaba al Sudeste, venía levantando esa ola alta y corta que se complotaba con el viento para no dejarnos avanzar en paz.

Elegimos derivar el rumbo lo necesario como para no llevar el barco sufriendo los pantocazos, así que cada borde se hacía eterno.

Veintiséis horas después de zarpar, en una mañana que había serenado las brisas y las olas pero recién llegando al canal de acceso al Puerto de Montevideo, arribamos al Buceo cansados y mojados, pero felices de haber llevado al Xoné sano y salvo a su recalada.



No sabíamos, claro, que fue él quien nos llevó a nosotros, tres pequeños puntitos en el vendaval, protegiéndonos en su seno y cubriéndonos con su velamen.


En el Buceo nos esperaba la bella María, que a la sazón estaba vacacionando en Portezuelo, y nos obligó con su buena onda y su alegría a superar nuestro cansancio para ir a las duchas a adecentar nuestro aspecto y llevarnos con su dorada Camiona a tener una civilizada comida en el tradicional puerto de Montevideo.

La cubierta del Xoné en el Buceo era un discepoliano cambalache, en el que se juntaban la biblia con el calefón, todo a tratar de secarse al sol de esa húmeda tarde montevideana.



Debo confesar que el cansancio me venció esa tarde, y me eché a dormir en el cockpit, entre biblias y calefones, más rodeada de calefones que de biblias hay que reconocer, dejando a mis compañeros varones la tarea de “reconstruir” el barco, la que llevaron a cabo sin chistar y con la gran caballerosidad que los caracteriza y que a todo lo largo del crucero se hizo sentir, para mi fortuna.


Tarde a la mañana siguiente, ya repuestos ... o casi, decidimos soltar amarras y continuar hacia el Este, hacia nuestro destino final en la Punta, a pesar del cielo encapotado y los pronósticos de vientos del Este –para variar!- aunque no muy briosos. Salimos dispuestos a mojarnos. Así de recia era la tripulación del Xoné, este barquito de 28 pies que por primera vez deslizaba su eslora hacia el mar.

Vale decir en este punto que también Luis y Carlos estrenaban sus primeras singladuras en aguas saladas. Luis había llegado hasta Sauce en la costa oriental y hasta La Plata en la costa argentina. No es poco para alguien que navega hace sólo tres años. Aunque no fue con su propio barco. Y Carlos ... Carlos una vez cruzó a Colonia ...

Pero este bautismo de noctilucas, de aguas verdes, de labios salados por los rociones y de ondas marinas aun en el calmón, mostró una nave y una tripulación masculina que estuvieron en todo momento sobradamente a la altura del desafío, y que hicieron de esta travesía una delicia para esta Capitana que pudo así honrar sin inconvenientes su pretensioso nick.

Pasando la isla de Flores, la brisa se nos puso del Noreste y el cielo se abrió, regalándonos un día de aquellos con los que sueña todo navegante.


Así nos encontró esa tarde de enero, comiendo tallarines y bebiendo vino mientras el Xoné, bajo la caña de “Amigo”, nos llevaba suavemente hacia el Este en una singladura que justificó todos los durísimos vientos con que el cuadrante del Sudeste nos castigó en las jornadas anteriores.



Pasada la Punta Negra, dimos aviso a María para que nos viera avanzar desde la playa de Portezuelo. Veníamos a un cable escaso de la playa, con exceso de profundidad, con el velamen desplegado, y siguiendo la estela del sol que estaba decayendo a nuestra popa. Eso hacía que María no nos pudiera ver hasta que casi estuvimos encima de Portezuelo, donde echamos un borde para no pegarnos contra la costa. Bordeamos la costa así a la altura de Portezuelo y Casa Pueblo hasta dejar atrás la Punta Ballena, donde Gorriti y la Punta se mostraron en todo su esplendor, y allí viramos otra vez hacia la Banquitos, que tomamos como referencia para entrar a puerto.


El arribo a Punta del Este fue, como siempre, alcanzar un sueño. El sueño del navegante de agua dulce que por fin llega al mar.



El puerto, abierto y acogedor, nos esperó con las primeras sombras de la noche, consagrando la pericia de Carlos en la maniobra de tomar amarra y de Luis en el timón.



Encontrar a Martha y Jaime, hermana y cuñado de Luis, parados en el muelle haciéndonos señas, fue el último detalle para emocionar esa singladura que ya no cabía en nuestros corazones que acababan de estallar.


Unos días en Punta del Este, de playa, de paseos, de asados y de mariscos, con María, su madre Alicia, sus pequeños Santi y Franchu, y con Martha y Jaime, completaron este crucero al que no le faltó nada de nada. Y verán que el relato sobre el regreso avala esta afirmación!


El regreso lo hicimos en una sola pierna, sin escalas. Zarpamos el domingo 29 a las 11 de la mañana, con un tupido tupper de gnochis amasados por Jaime especialmente para nosotros para ese 29 en navegación.

Un Este fornido nos impuso bordejear en popa, hasta que se fue yendo hacia el Norte, convirtiéndose en un Nortazo que duró varias horas y que nos llevó pero nos cansó antes de agotarse en un calmón que nos hizo encender el motor. A la altura de Riachuelo, se empezaron a ver las nubes justo en la proa, signo evidente del pampero hacia el que nos dirigíamos inexorablemente, y que era de esperar después del nortazo y dada la calma reinante. Aprovechamos el tiempo que nos daba de ventaja para alejarnos de la costa uruguaya, porque nunca se sabe cuál será la violencia del pampero: si descargará con toda la furia o será una suave brisa que pasará inadvertida. Lo esperamos con mínimo paño, como es de rigor, aunque debo ser leal y decir que eso de “esperamos” es como decir “aramos”, ya que yo me había pinchado bastante con los vientos de popa, y dejé a mis bravos tripulantes afrontar solos el pampero que no fue una suave brisa pero tampoco fue feroz.

A las 9 de la noche del lunes 30 de enero, después de 36 horas de dura navegación, el Xoné ingresó en la Bahía de Nuñez y tomó sus amarras sin novedad.


Verán, amigos nautas, tuvimos surtido del Este, del Sudeste, del Norte y del Oeste. Calmas, virazones, olas, ondas, noctilucas, y noche negra de luna nueva. Lluvias y soles, neblinas y rociones. En fin. No faltó nada en esa travesía que consagró a dos nuevos Navegantes del mar, que fue el sello de lo que ya es una gran amistad, y el nacimiento de varios proyectos que involucran barcos, regatas, cruceros, costas marplatenses, uruguayas y brasileras también. Veremos la próxima crónica adónde nos llevará ...

Alita Wexler