NOMBRE DEL BARCO: HERMANO 2
TIPO DE BARCO: MONOCASCO (CLASE PLENAMAR 23 DISEÑO
ROVERE)
MATERIAL: PRFV
ESLORA: 6.80 m
TRIPULANTES:
Capitán: Pedro “El Renegau” Osinaga
Tripulantes: Ricardo Kon, Daniel Lanfranchi, Alicia
Wexler
FECHA DE COLISION: 4 de mayo de 2013
LUGAR DE LA COLISION: Frente a Dársena Norte
(Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Río de la Plata)
BALLENATO DE AGUA DULCE
Hace unos años, unos amigos organizaron una conserva para ir a La
Plata.
Pedí asilo náutico en el Hermano II, el precioso plenamar 23 de Pedro,
El Renegau, que me recibió con los brazos abiertos y con gran hospitalidad.
Completaban la tripulación Daniel, experto navegador y segundo timonel, y
Ricardo, que se agarró del hueso como quien se aferra a un rencor.
Un 4 de mayo de 2013, a las 5 de la mañana, zarpamos del Puerto de San
Isidro desde el amigo club Azopardo, siendo noche cerrada y con una niebla que
la cerraba todavía más. Se veía poco, pero por suerte había mucha agua bajo la
quilla. Y a motor. Nada de viento y el río sereno y plano como espejo.
Amaneció cuando llegábamos frente a Nuñez. Veníamos encabezando la flota que se
había retrasado esperando a algún rezagado y estaba a una milla más al norte.
Navegando así con motor y mayor alcanzamos el través de Dársena.
Ricardo, al timón y atento a todo el entorno como corresponde a un buen
timonel, nos señaló con inquietud una bandada de aves que sobrevolaba en
círculos bajos cierta área del río al SW de nuestra posición. Nos quedamos
atentos a la evolución de la bandada sin entender el significado del fenómeno,
viendo como se iba acercando lentamente. Ricardo entonces vio “eso”
desplazándose en el agua justo debajo de la bandada, y cuando se acercó, resultó
tener una aleta emergente parecida a la de un tiburón.
Nos quedamos paralizados mirando el objeto flotador no identificado cuando el
barquito pegó una frenada violenta tirándonos a todos al piso del cockpit y
dejándonos completamente aturdidos por la sorpresa.
Por suerte, “eso” pudo pasar por debajo del Hermano II y seguir su
extraño rumbo con su aureola de aves acechando su destino.
“Eso” resultó ser un ballenato, probablemente bebé, seguramente
extraviado de su madre, e indefectiblemente condenado fuera de su hábitat.
¿Qué estaría haciendo el cachorro en estas aguas dulces y turbias?
Mientras desgranábamos teorías varias, seguramente disparatadas, y viendo que
el ballenato se desplazaba en rumbo de colisión con las naves de la conserva
que venían del norte, el capitán me encomendó que diera aviso a Prefectura de
la presencia de la bestia marina y que alertara a la conserva para que evitaran
ser abordados como nos ocurrió a nosotros.
Avisé a Prefectura por VHF, notando que el tono con que me respondía el
prefecturiano que me atendió era el de quien te sigue la corriente como a los
locos. Allá ellos pensé, y pasé a dar aviso a la flota: -Securité securité
securité aquí velero Hermano informando que avistamos un ballenato en rumbo de
colisión con las naves de la conserva a La Plata.
Uno de los capitanes, con tono épico, me respondió: -¡Tranquila Alita
que ya te mando mis delfines!
Otro me dijo: -¡Decile que
devuelva la pierna del capitán Ahab!
Y otras cosas que no quiero recordar.
El ballenato, cuya trayectoria seguíamos por el sobrevuelo de las aves,
fue desviando lentamente el rumbo y finalmente cruzó el rumbo de la flota mucho
antes de que pasara la primera nave.
Semejante episodio en esa mañana serena, brillante y cálida de mayo, un
cachalote perdido en las dulces y leonadas aguas de nuestra costa fluvial, es
algo que excedió nuestra capacidad de asombro y también de reacción. El bicho
embistió la obra viva de la nave que por suerte no sufrió daño alguno, creo que
debido a la amortiguación de la piel y la grasa del animal.
Me quedó pegada en el pensamiento la primera reacción de Pedro, armador
del barco, que vio pasar el ballenato con ojos de preocupación, apenado por la
triste suerte que le iba a tocar, antes de preocuparse por su barco que había
sufrido la embestida. Eso muestra la calidad humana de un hombre que antepone
la vida a lo material. Ese era nuestro Capitán.
En cuanto al resto de la flota… no nos creyeron.
Por suerte, Dani había tomado fotos del fenómeno, y las subió al
Facebook, como para contrarrestar las chanzas de que nos hicieron objeto
durante todo el fin de semana. Pero resulta que las fotos estaban fechadas y la
fecha, por error, era muy anterior a la del día en que ocurrió el evento. Menos
credibilidad todavía. En ese punto de la situación, ya hasta nosotros empezamos
a descreer de nuestras propias percepciones. ¿Será cierto que lo que vimos era
un ballenato? Ya no estábamos seguros.
Dos días después, un ballenato apareció muerto embicado en la playa del
Real de San Carlos. Su lomo había sido depredado por aves marinas.
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