DONDE ESTA?

ESA EXTRAÑA RIVALIDAD - por don Groncheto


Magnífica tarde de verano de 1916, con cielo sin nubes, atmósfera diáfana, viento suave del NE, en fin, uno de esos días que "dan gloria".

La boca del Luján en aquel año todavía no había comenzado a poblarse de embarcaciones fondeadas frente a la paya balnearia de suerte que la navegación era "fácil", aquí una lancha bajaba el curso a rumbo fijo y allá un velero remontaba bordejeando de costa a costa.

La claridad atmosférica, los perfiles definidos de los montes orilleros y la matemática exactitud de la superficie acresponada del agua daban al cuadro todas las características de una acuarela de tintas suaves sin sombra alguna.

La lancha continúa su ruta aguas afuera y el velero en su bordada con amuras a babor trata de ceñir para vencer la corriente, vasto es el espacio que rodea el campo de acción de ambas embarcaciones, cada una de las cuales tiene agua mas que suficiente para maniobrar, la lancha de casco de fierro con filosa roda avanza mientras el timonel y la tripulación del velero en la bordada de amuras a babor por quedar a sotavento se les oculta por el volumen del barco escorado parte del horizonte de barlovento, la lancha avanza sin cambiar de rumbo, las distancias se acortan, unos instantes mas y el cuadro de tranquilidad tropical cambiará drásticamente.

Así sucedió: La lancha embistió de lleno al velero en el justo medio de la eslora, cortándole la banda desde el trancanil hasta el pantoque

Gritos, órdenes, contraordenes, maniobras aceleradas e indecisas en un principio componen el nuevo cuadro, de aquí, de allá, de los rincones formados por los juncales aparecen botes y canoas que se dirigen a prestar ayuda al herido, pero felizmente la avería se ha producido a barlovento, sobre la banda de por la escora está fuera del agua. el timonel dándose cuenta de esta ventaja, deriva, da camino hace escorar aún más y pocos segundos después el velero está en la orilla sobre el bajo fondo de los juncos, allí al enderezarse deja entrar por el boquete el agua que en pocos momentos más lo echó a pique cubriéndolo hasta la cubierta.

La segunda parte de la escena transcurre en tierra, es otro el cuadro.

Los timoneles discuten derechos de paso, obligaciones y responsabilidades.

El del velero alega que basta observar la avería para convencerse que su barco estaba adelante, que la lancha debía haber pasado por la popa y además gobernar frente a un velero.

El de la lancha expresa que el camino estaba libre Que, en el momento de abandonar el timón para observar una partida de truco que a la sazón jugábase en la popa, no había avistado ningún obstáculo en la ruta.

Los derechos de paso no surgen evidentes, la solución no aparece para cortar la discusión.

Alguien que presenciaba y probablemente había visto las tapas del reglamento de regatas confundiéndolo con el de navegación donde están las reglas para evitar colisiones, interviene para aportar su luz procuradora, diciendo muy ufano: La lancha tiene razón, porque el velero venía amurado a babor y no tenía por consiguiente derecho de paso.

Dos horas transcurren en citas de disposiciones, trayéndose a colación casos análogos ya resueltos sin poder establecer quién es el responsable, ambas partes alegaban estar en razón cuando de pronto el timonel de la lancha dice: A pesar de que el culpable no soy yo estoy dispuesto a abonar las averías ¿Cuánto importan ellas? Presupuéstelas el club a quien pertenece al velero.

A doscientos pesos ascendió el monto de las reparaciones, todos quedaron satisfechos pero el club quedó con un velero remendado.

El velero no es otro que el Aurora, el primero de los clase Río de la Plata, el nombre de la lancha nadie lo recuerda...


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