DONDE ESTA?

LOBO ESTAS?


NO! ESTOY PONIENDO LOS REMOS!

Aporte de Hugo W. Barzola
Publicado en la revista Barco en 1978

Cuando Maité y Lobo Britos, tripulando al “Stella”, abandonaron Inglaterra y pusieron rumbo a Francia no imaginaban la odisea de la que serían participantes en esa travesía. EI Canal de la Mancha será recordado sin duda,tanto por los tripulantes como por el "Stella", quienes no podrán olvidar los difíciles momentos vividos en sus aguas.


Pasamos frente a las Needles y su faro sin imaginamos que el día siguiente nos sorprendería nuevamente junto a ellas y en condiciones totalmente diferentes, luchando duramente contra un mar que nos empujaba más y más contra aquellos acantilados que hablan quedado tan lejanos. tan distantes. El tiempo, como siempre. había transcurrido sin notarlo, mientras a " Stella" se le agregaba cambiaba o reforzaba algo, ese algo que en un barco es siempre peligroso porque se sabe cuando comienza y sólo se sospecha cuando termina. Las landas y bulones de acero inoxidable; un nuevo herraje de roda con rodillos para las cadenas; doble estay de roda; dos nuevas landas en el espejo afirmando los dos estays en lugar del único que debió ser suprimido al cambiar el sistema del timón. Una nueva chubasquera protegiendo la entrada de la cabina y parte del cockpit; guardamancebos y candeleros; luces de posición a querosene; dos barras de timón (una larga y una corta); dos velas nuevas: un tormentín y una vela de capa muy reforzada y muchas cosas más que hacían bajar y bajar la línea de flotación.
"Stella". con sus 6 metros, fue diseñada para obtener el máximo de capacidad en un mínimo de eslora y calado, para poder crucerear en aguas protegidas, por ríos y canales poco profundos al permitir levantar su lastre-orza, reduciendo su calado de un metro con ochenta a treinta centímetros y el del timón, de un metro a veinte centímetros.
Su color también sufrió cambios: de un vloláceo muy profundo pasó a un azul claro y alegre; debajo del botazo, una franja blanca de quince centímetros alargaba la eslora y bajaba el francobordo. Además, una nueva línea de flotación preveía un exceso de carga inevitable, ya que las 96 toneladas del “Sea Star" se transformaron en los 800 Kg del "Stella".
Muchísimo quedaba en tierra, pero mucho se llevaba también. Había llegado el momento en que abandonaría el trailer y comenzaría a navegar el Solent, esa excepcional zona protegida por la isla de Wight, donde Cowes, transformada en uno de los centros más importantes del yachting mundial, recibe a los barcos más destacados de la Argentina para correr las regatas de la temporada, especialmente la Admiral Cup y en donde tuvimos el placer de encontrar las tripulaciones del "Victoria", del “Fortuna”, del “Recluta” y de los barcos brasileños. Algunos de ellos habían sido aparejados junto al "Stella" en el Astillero Berthon Boat de Lymington, su casa por varios meses mientras se preparaban para una larga navegación.
Y llegó por fin el día en que también ella dejaría Inglaterra rumbo a Francia.
En una tarde lluviosa y con viento de proa navegó y fondeó en Keyhaven, último lugar protegido del Solent, donde generalmente, los yachts que eligen la salida oeste, eligen el momento oportuno para cruzar el Canal de la Mancha.
Dos días más tarde, con tiempo bueno, sol y viento suave (fuerza 3) "Stella" navegaba rumbo a Le Havre y pasaba frente al faro de las Needles con el convencimiento de no volverlo a ver por mucho tiempo, ya que la idea era navegar todo lo posible por los canales de Francia y por ellos llegar un día, sin apuros al Mediterráneo.
Lentamente, el viento seguía aumentando aparejado, por consiguiente, a los cambios de velas que, en un barco pequeño como el "Stella", no son difíciles de hacer pero sí pasados por agua.
Cuando ya oscurecía, al genoa chico lo siguió un foque grande, volviéndose a la inevitable tradición de encender las luces de navegación a querosene pues la instalación eléctrica original fue suprimida para evitar el problema de quedarnos sin batería al no tener cargador.
A nuestro alrededor comenzaban a divisarse numerosas luces de posición a medida que nos acercábamos a las zonas de navegación en que, para evitar accidentes ha sido dividido el canal dado que se lo considera el mas transitado del mundo con un caudal diario de más de setecientos barcos.
El "Stella" adoptaba la técnica del conejo, alejándose con tiempo y lo más rápidamente posible de todas aquellas luces que se aproximaban, en especial, de las de los grandes pesqueros con líneas de arrastre; este panorama obligó al "Stella" a cambios de rumbo y de borde, en tanto el viento seguía en aumento, el barómetro seguía bajando y la visibilidad iba disminuyendo.
Stella:
A las 22, Lobo izó un foque de trabajo y Maite preparó la última comida caliente, gracias a un clásico Primus que desplazó a una flamante cocina a gas de dos hornallas, muy práctica pero, con buen tiempo, ya que no posee ningún sistema para compensar el rolido.
La tripulación, preparada para el mal tiempo con un buen abrigo, trajes de agua, botas de goma y toalla al cuello, trataba de organizar un sistema de guardias que, en este caso, era prácticamente imposible de realizar. Demasiadas maniobras y mal tiempo, demasiados barcos a la vista requerían una constante atención.
Las ya famosas corrientes del Canal exigían a Lobo frecuentes visitas a la mesa de navegación mientras Maité tirnoneaba empapada por el agua que salpicaba ... De la apacible navegación por el Delta habla pasado repentinamente a este complicado mar en cuya oscura inmensidad todo adquiría una dimensión extraordinaria.
Al llegar la noche, y como precaución, iluminaron las velas con linternas para ser vistos en el caso de que el radar de los barcos que se hallaban próximos no los detectara; había una pantalla de radar pero, en barcos de ese tamaño y con mal tiempo, disminuye su eficiencia y por lo tanto no siempre es efectivo.
A las 24 se realizó la última maniobra de la noche colocando un foque chico y, con dos vueltas de rizos a la botavara se completaron 8. Yo, "Stella", navegue completamente equilibrada contra un mar respetable y un viento que, al aumentar y al volver a rehusarse, me obligaron a cambiar el rumbo a Le Havre por uno más favorable hacia Cherbourg.
A medida que transcurrían las horas, las olas iban en aumento y los chubascos iban siendo cada vez mas fuertes y frecuentes, dificultando aún más la visibilidad.
Las noches en el mar son partlcularmente largas cuando el tiempo es malo; el amanecer tarda en llegar y algo caliente es siempre bien recibido. Termos con chocolate y té con leche acompañaban un rico pudding mientras Lobo comentaba el constante aumento de la intensidad del viento. Es difícil calcular la fuerza del mismo sin instrumental sobre todo en un barco chico y es fácil exagerar, pero, en este caso, se podía hablar de fuerza 7 a juzgar por el aspecto de las olas y un barómetro tan bajo.
A las seis, faltando alrededor de 20 millas para llegar a Cherbourg y al ponerse el viento totalmente de proa, se resolvió emprender el regreso. Viramos e instantáneamente aparecieron la calma y esa sensación de tranquilidad, sumada a la impresión de falsa seguridad motivada por el cambio de una ceñida dura por un viento franco. Las millas se enroscaban rápidamente en la corredera.
Yo navegaba más desahogada, pero hora tras hora el tiempo seguía empeorando, el timón se iba poniendo particularmente pesado y había que compensar una tendencia a orzar al ser alcanzado por las olas; bajo estas condiciones, sólo Lobo podía encargarse del tlmón mientras tabletas de chocolate y queso con galletitas reponían energías, puesto que a Maite le resultaba imposible cocinar en la cabina debido a los violentos bandeos y con riesgo de lastimarse.

Uno de los momentos más difíciles de toda la situación. Frente a las Needles y bajo duras condiciones de navegación el Lobo Britos timonea la embarcación con la ayuda de un remo. Sobre el piso del cockpit y en medio del desorden podemos observar los restos del timón que Lobo logro rescatar de las aguas.


Al llegar el mediodía, aparecieron entre la bruma los blancos acantilados de la lsla de Wight ... entonces todo sucedió rápidamente: se rompieron los tan reforzados herrajes del timón, éste quedó libre y no se perdió gracias a que Lobo no soltó la barra.
lnstantáneamente, sin gobierno. me crucé al mar, quedando indefensa, en tanto Lobo y Maité trataban de salvar el timón roto, de 45 Kg, entrarlo en el cockpit y desarmarlo antes de poder estibarlo en la cabina sin que Maite, que ayudaba desde adentro, se aplastara pies o manos debido al poco espacio con que contaba para movilizarse en una pequeña cabina separada por la caja de orza.
Siempre cruzada, yo aguantaba a palo seco esas tremendas rompientes; las primeras tueron las peores porque traían, además de su aspecto, la duda: cómo yo las soportaría, si saldría airosa? Luego se sucedieron las rutinas acompañadas siempre de un grito de Lobo a Maite para que se agarrara con firmeza; pero yo soporta, a cada rompiente de una manera tan asombrosa que ni ellos ni nadie, hasta ahora, pueden encontrar la explicación.
Era lógico que se pensara utilizar el motor para tratar de gobernar el barco, en el dudoso caso de que fuera eficaz, dadas las condiciones del mar. Al primer intento de ponerlo en marcha se fue al agua. salvándose por casualidad y gracias a una rápida reacción de Lobo que se tiró boca abajo en la cubierta para aferrarlo, mientras gritaba a Maité que lo sostuviera por las piernas haciendo de ese modo contrapeso para evitar tener que soltarlo, maniobra que ya habían tenido que realizar para recuperar el timón, aunque nunca, en aquel momento. pensaron repetirla tan prontamente.
Entre los dos lograron subirlo, y ese motor que tan increíblemente se habla independizado, terminó trincado en cubierta, mostrando el soporte roto al ser golpeado por el cabezal del timón.
Nunca vio Lobo tanta avería y en menos y peor tiempo; pero las maniobras se sucedían una tras otra: cambio de velas, se izaron tormentín y vela de capa y como timón de fortuna se empleó un largo remo amarillo de 3,60 m, en un gran tolete especialmente colocado en el espejo de popa; cuando comenzó a responder, el remo se partió en dos. Lobo buscó el segundo y éste salvó el barco y por ende, sus vidas, impidiendo que termináramos despedazados contra los acantilados de esa costa caracterizada por ser una de las más peligrosas del sur de Inglaterra.
Esos largos remos, uno mucho más fuerte que el otro, fueron adquiridos por separado en Escocia. Mientras Lobo los pintaba de amarillo. explicaba, ante la escéptlca sonrisa de quienes lo miraban, que 'le gustaba remar" ... pero aunque no hubiera sido esa una explicación muy valedera, todo se olvidó pues fueron la solución para que yo pudiera ser gobernada nuevamente y no volviera a cruzarme al mar.
Son muchos los barcos que se han salvado gracias a los remos, pero también muchos son los que se perdieron por no tenerlo. Precisamente cierto día. visitando en Berthom el "Baroque", último barco del mayor Tillman, este explicó a Lobo y a Maité el por qué de dos gigantes remos de alrededor de 8 metros, que llevaba trincados sobre la cubierta: de haberlos tenido en su anterior velero no habría naufragado, cuando en medio de una calma total, con un magnífico tiempo y con el motor averiado, las corrientes ,lo llevaron lentamente contra las rocas en donde, siempre lentamente, comenzó a golpearse hasta hundirse por completo.
Al comprar esos remos Lobo recordaba también aquellos primeros sloops, clase Río de La Plata, aparejo guaira, que, construidos en Inglaterra llegaban a Buenos Aires provistos de ellos como una solución contra las calmas y los míos lo fueron para reemplazar timón y motor averiados.
Nuevamente comencé a navegar con el tormentín nuevo (un metro cuadrado más o menos) y vela de capa (dos metros cincuenta cuadrados) en una ceñida abierta. lo que me permitía avanzar paralela a ese largo y blanco acantilado de más de ciento veinte metros de altura.
Lo que siguió y duró muchas horas, fue un tiempo cada vez peor, unas olas más viciosas a medida que se acercaban a tierra y unos chubascos que, llegando con mucha lluvia, oscurecían la cercana costa ocultando el faro de las Needles.
Pero yo navegaba igual, sin embarcar agua; cuando había que maniobrar en cubierta, Lobo dejaba el remo a Maité, ese remo tan pesado aún para él mismo, pues al quedar sin timón tiraba duramente a la orza por estar desequilibrada.
Las Needles se fueron acercando y el mar, el viento y las olas adquirieron una particular majestuosidad a medida que hallaban menor cantidad de agua.
Cada ola era ya la ola y cada chubasco, el chubasco. Era todo un espectáculo y Lobo agradeció a Maite que se hubiera comportado tan bien tan serena y eficiente, pues a través de los años había visto a mucha gente que con aún problemas menores se constituían en un problema más. La ol decir: "Lobo, estas olas tienen más de 8 metrosl". ... con gesto de sorprendida admiración. Y así era.
Y llegamos frente a las Needles; ya era sólo cuestión de dejarlo bien claro y entrar al Solent cuando sucedió lo peor: viré de golpe 180° y a una velocidad increíble me dirigí directamente al faro.

Un día anterior al temporal el "Stella" navega plácidamente al pasar frente a las Needles, que dominan con su impresionante aspecto la entrada al estrecho de Solent. Unas horas después y envueltos en una terrible borrasca se enfrentaron nuevamente con ellas y con el barco casi sin gobierno, logrando escapar milagrosamente

El foque había quedado acuartelado; Maité tomó el remo mientras Lobo, saltando a cubierta, decidió que no habla tiempo para virar, observando asombrados y llenos de estupor corno se agrandaba el faro, casi sobre nosotros ... Lobo me señaló que existía una corriente tremenda que tiraba hacia adentro, si teníamos suerte, no me dejarla llegar a las piedras.
Y así fue, instantáneamente todo había pasado.
A un grito de Maité: “Estamos encima" ... le sucedió una incrédula pregunta: “Dónde está, dónde está?”, buscándolo en medio de una extraña sensación.
Pero el faro ya estaba lejos, era anécdota y a sotavento y en aguas más tranquilas, siempre acuartelada, yo esperaba las próximas maniobras las cuales, por comparación, eran mucho más fáciles.
Tres anclas, cadenas y cabos se prepararon en previsión de un fondeo de emergencia, porque al estrecharse la entrada del Solent, la corriente, con el cambio de marea, se vuelve particularmente peligrosa.
Terminé fondeada de nuevo en Keyhaven para pasar una noche tranquila y al día siguiente continuar a Yasmouth.

El noble "Stella" luego de arribar a puerto. Se pueden apreciar a bordo los destrozos que ocasionó el temporal. En popa se observe la fijación para el fuera de borda totalmente rota, todos los herrajes de sujeción del timón esperan ansiosos la colocación de uno nuevo ya que el anterior no se pudo volver a utilizar. Sobre ambas bandas se observa también la falta total de candeleros y guardamancebos que también sufrieron las consecuencias de la accidentada travesía.


Cuando se preparaba la luz de fondeo vimos que se acercaba la lancha guardacostas ofreciéndose a remolcarnos hasta allí para reparar las averías. Entre la tripulación, Lobo reconoció a un amigo, con el que había viajado desde Grecia hasta Inglaterra en el Sea Star, en un viaje de preparación en el Millord Haven antes de dar la vuelta al mundo; por él y el capitán se supo que, desde que aparecí en el horizonte fui vigilada permanentemente por la Estación Guardacostas instalada sobre los acantilados y como nosotros no pedíamos auxilio, enviaban la lancha sólo a quienes lo demandaban. Y fueron varios. Supimos oficialmente que el viento soplaba con fuerza 9-10 y las olas llegaban a 10 metros. Esa lancha forma parte de una excepcional organización de salvataje integrada por voluntarios altamente capacitados que, con auténtico riesgo y sacrificio, dejan familia y trabajo para auxiliar a todo barco en peligro.

El "Stella" descansa en Yarmouth. Un poco mas atrás leva anclas para partir nuevamente, en su incansable labor, la lancha del servicio de guardacostas inglés. Este servicio, que cuenta con le colaboración de navegantes voluntarios, es excelente. La embarcación ostenta un seguro doble casco y cuenta con dos motores de 450 HP para desarrollar mucha velocldad en alta mar y bajo duras condiciones

Esta, la primera de un nuevo tipo de lancha de salvataje, ha sido diseñada y construida para navegar en cualquier estado de mar a alta velocidad Es insumergible por tener un doble casco de 60 cm de espesor relleno con u material especial para soportar los golpes contra las embarcaciones que requieren su ayuda. Cuenta, para su propulsión, con dos motores Caterpillar de 450 HP y con todo el instrumental técnico necesario para poder desempeñarse con la más rápida eficiencia. Por ella fui remolcada a Yasmouth. Incansable, al poco tiempo, salía rumbo a las Needles para regresar horas más tarde, remolcando a un gran catamarán de 16 metros de eslora, parte de cuya tripulación debió ser rescatada por el helicóptero que la secundaba durante los auxilios, para llevar a los náufragos hasta el hospital.
La demora para obtener los repuestos del Mercury 71/2 HP permitió a Maite reponerse de sus tres costillas abolladas por los golpes del remo al timonear y realizar junto a Lobo largos paseos por la isla de Wight.

El "Stella" descansa en Yarmouth. Un poco mas atrás leva anclas para partir nuevamente, en su incansable labor, la lancha del servicio de guardacostas inglés. Este servicio, que cuenta con le colaboración de navegantes voluntarios, es excelente. La embarcación ostenta un seguro doble casco y cuenta con dos motores de 450 HP para desarrollar mucha velocldad en alta mar y bajo duras condiciones.


Lobo:
Diez días después, el "Stella" pasaba nuevamente frente a la Needles rumbo a Le Havre, cruzando esta vez un Canal tranquilo que era observado por nosotros con mucha incredulidad recordando aquel otro cruce tan diferente.
Ahora eran muchas las calmas que obligaban a usar el motor; pero cuando divisábamos las primeras luces de la costa francesa, el viento fue en aumento y a las tres de la madrugada entramos a puerto con una ventarrada de fuerza 7 y, agarrados a una de las boyas que se facilitan a los barcos que arriban tarde, saboreamos una buena comida caliente hasta que, al llegar la luz del día, cambiamos la amarra por una del muelle de la marina, en un ventoso pero espléndido día.
Y como siempre los barcos necesitan algún elemento, se preparó una lista que, como todas las listas en estos casos, aumentaba, disminuía o se corregía.

Lobo y Malté sonríen en el cockpit del "Stella" luego del angustioso momento que pasaron.
Ahora el "Stella" está listo para volver a partir y para deleitarnos nuevamente con interesantes aventuras.


Atrás quedaba el mar y otro tipo de navegación aguardaba al "Stella" a la que, con su lastre capaz de ser izado, se adaptaría particularmente bien.
Los ríos y los canales de Francia seguían siendo el objetivo y Le Havre el sitio indicado para preparar el barco, como así también para que nosotros nos aoostumbráramos a una momentánea inmovilidad.
Pero allá en lo más profundo nos quedaría la permanente pregunta de cómo "Stella" fue capaz de navegar aquel día frente a las Needles tan bien, en condiciones tan desastrosas.
Maite y Lobo Britos - Amsterdam- 1978.

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