Remontando el delta
Buscando rememorar un viaje realizado años atrás volvimos a juntarnos para zarpar hacia la isla Martín García. En el Verónica III Ariel estaba acompañado por su hija y una amiga y como no se sentía respaldado por su tripulación decidió hacer la ruta por el delta. Nosotros preferimos aventurarnos a cubrir el trayecto íntegramente a vela por Playa Honda hasta alcanzar los Pozos del Barca Grande. A bordo del Hannah Boden estábamos Víctor, Marcela, mi pequeño hijo Guido y yo. Rápidamente alcanzamos la boya Km. 20 y ponemos rumbo al antiguo mareógrafo de San Isidro, lo dejamos por babor cruzando el canal Mitre a la altura del par Km. 34.5, a partir de aquí comienza nuestra aventura ya que la ruta elegida no es usual para los veleristas y existen los fantasmas de los bajo fondos, el refulado, los barcos hundidos, los caños, etc. Sin embargo somos concientes de las bondades de nuestro Albatros 950, tan capaz de navegar en un charco como de soportar un fuerte chubasco en el mar. Con la ayuda del compás y el GPS llevamos rumbo a un waypoint ubicado en el extremos SE del pozo del Barca Grande (wp I 34 22,7- 58 20,6), navegamos con bastante agua bajo la quilla hasta que la ecosonda da un salto de los 3 a los 8 metros indicándonos que alcanzamos el pozo, el aumento en la marejada es la confirmación tangible. El viento del noreste y la corriente en contra hacia que nuestros bordes sean bastante malos, a pesar de ello el día era magnifico y nuestro humor excelente. Manteníamos comunicación con Ariel por VHF y parecía que perderíamos la apuesta de llegar primero navegando a vela. Al llegar a los palos que marcan el canal a Martín García el viento disminuyó a tal punto que debimos prender el motor para seguir remontando el pozo hasta la desembocadura del Paraná Miní. Hicimos el ingreso buscando el paso con más profundidad ayudados por el efectivo escandallo, y una vez adentro remontamos hasta el Chana para dirigirnos a la cabaña que tiene Ariel por la zona. Fue nuestra primera escala y aprovechamos para disfrutar algún chapuzón, pescar y una opípara cena.
Isla estratégica en
el pasado
La isla misteriosa
El antiguo semáforo, cuya función era indicar los datos de
marea a los navegantes mediante el uso de balones y banderas, todavía permanece
de pie, aunque abandonado y corroído por el óxido. La misma suerte corre la
hermosa torre con luminaria que alguna vez funcionó como faro. Un cartel con la
leyenda “en restauración” también muestra el deterioro del paso del tiempo.
Víctor intenta en vano fotografiar un enorme lagarto que ágilmente gana unos
arbustos, desde la copa de un espinillo un chimango vuela en círculos buscando
algún roedor escurridizo. Mientras caminamos por una de las calles encontramos
un niño muy amable que nos indica donde hallar el sendero que nos lleva a la
laguna y mientras andamos entre los árboles un simpático colibrí extrae el
polen de una pasionaria en flor. La antigua cantera de granito era trabajada
por la mano de obra del presidio, donde los reclusos extraían el granito a
fuerza de pico y pala. La explotación del mineral fue el principal recurso
económico de la isla y desde allí se extrajeron los adoquines para la
construcción de algunas calles de Buenos
Aires. Este sitio, en el que los picapedreros hacían trabajo forzado bajo el
sol hoy se transformó en una hermosa laguna rodeada de frondosa arboleda, en
sus aguas alcanzamos a ver una graciosa nutria y una tortuga que se asoleaba
sobre un tronco. Continuamos la recorrida haciendo un poco de senderismo por la
zona norte de la isla llegando a las ruinas del Barrio Chino donde antiguamente
era el puerto y existía un muelle, la vegetación es exuberante y las especies
nativas, como el tala, espinillo, coronillo, laurel criollo etc. compiten por
el espacio con otras que han sido introducidas por los habitantes a lo largo de
los años, como álamos, eucaliptus, paraíso, fresno y una verdadera planta
invasora que es la caña de bambú. El calor nos lleva al Comedor Sol ís a tomar algo fresco, es un lugar muy bien
ambientado donde José y Marita, sus dueños, nos brindaron un cálido servicio y
como sobremesa un colorido diálogo donde nos ilustraron sobre la historia y
algunos misterios de la isla. Continuamos nuestra caminata en busca de la
Panadería, no queríamos dejar la isla sin comprar el famoso pan dulce que se
elabora allí. Martín García tiene mucho
por visitar y recorrer, hay vestigios de la historia por todas partes y es un
vergel para disfrutar la armonía de la naturaleza, gozando la abundante sombra,
escuchando la música del viento y el trinar de las aves. Sin embargo es una
isla ignorada de cautivante misterio y debiendo emprender el regreso siento la
necesidad de volver, cada recalada en la isla es diferente y siempre queda algo
por visitar. Abordamos nuestros veleros y antes que caiga la noche hicimos el
paso Petrel buscando un buen abrigo para
pernoctar, franqueamos la barra de un arroyo del Islote Sol ís
que no figura en las cartas, al que llamamos Arroyo Guido en honor a mi pequeño
grumete que nos acompañó en el bote a explorar el lugar. A la mañana siguiente
continuamos nuestro viaje aguas abajo ayudados por la corriente siguiendo los
Pozos del Barca Grande sobre la ruta que habíamos realizado en el viaje de ida
aunque esta vez el Verónica III venia al lado con sus tripulantes ya
amarinadas. Encontramos el Río de la Plata bastante bajo pero no fue un
impedimento para regresar airosos a San Isidro.
Martin Pachiani
Marzo de 2012
Fuente consultada:
Misteriosa Martin García, Pedro Francisco Kropfl.
Misteriosa Martin García, Pedro Francisco Kropfl.
La Isla Martin
García, Cristina Mirabelli y Susana Boragno.
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