HISTORIA DE UNA MALOGRADA NAVEGACIÓN OCEÁNICA ...
Este relato y su realidad es conocido por alguno de los veteranos navegantes del Club Náutico Bahía Blanca (CNBB), hoy ya pasados los años de resguardo para que sean historia y con el debido respeto a las personas que no están y al resto que aun están, me permito este relato que puede servir a las nuevas generaciones de navegantes a ubicar mejor el medio en que nos movemos.
Con mucho entusiasmo un grupo nos habíamos reunido en la convocatoria que había realizado nuestro colega Roberto Fernández, dueño de una hermosa y reciente adquisición, un velero diseño de Frers, clase Paquita de 26’ de madera laminada.
Si bien se trataba de velero construido para una de las fórmulas de regata de moda en aquel momento, tenía alguna comodidad de crucero que lo hacía interesante para los que le agradara esta modalidad. En aquella época se había entablado una feroz competencia entre los pocos barcos que tenía el plantel de los cabinados en el club, es así que los nuevos adquirentes de embarcaciones en lo primero que se fijaban era en su performance de regata.
El motivo era poder hacer una viaje hasta Monte Hermoso; todos conocen la geografía de la zona, inmediatamente salidos de nuestro estuario al doblar la Punta Tejada hacia el Este, se enfrenta el Océano Atlántico que golpea las costas del sur de la pcia. de Buenos Aires, primero aparece el balneario de Pehuen-co y una millas más allá aparece Monte Hermoso.
Es una corta singladura, pero para nuestro ámbito significaba y más aun enfrentando al océano una navegación con la cual siempre soñábamos. Había algunos antecedentes pero casi todos habían tenido mala suerte con el tiempo, si bien algunos habían alcanzado su objetivo, por lo general no habían podido sostener el fondeo, como para gozar la playa que era algo de lo pretendido.
Hay que tener en cuenta que Bahía Blanca se halla en los 39º y pico de latitud con real cercanía a los famosos 40º (Bramadores) y por lo tanto agraciada (ó desgraciadamente) por intensos vientos, más intensos que unos pocos kilómetros más al norte.
En nuestro caso se había ubicado un estratégico fin de semana que prometía por el tiempo reinante; se ubicó la partida para el día viernes a la tarde para arribar temprano a Monte, allí para las 10/11 de la mañana alguien se acercaría en una lancha y nos llevaría a tierra.
Preparados como dije, partimos ese viernes por la tarde, la tripulación estaba formada por su propietario Roberto Fernández, N. Varela, Horacio Ardohain, Hugo Carbonelli , tal vez alguien más que no recuerdo (me disculpo) y yo, Hugo W. Barzola.
Esa navegación al caer la tarde con un clima ideal, con nuestro clásico viento del N/Noroeste, muy en popa/aleta, fue una estampa para recordar..., la mayoría de los muchachos había rendido hacía poco el examen de Patrón de Yate a Vela (año 1981/2 dictado por el suscripto) y aprovechamos para repasar con alegría los conocimientos teóricos aprendidos y llevándolos a la práctica, primero con alguna visibilidad y luego sin ella al anochecer con la correspondiente a una verdadera navegación nocturna, reconociendo boyas, su período de destello, nuestro posicionamiento, etc.
Fue esa una maravillosa experiencia para todos, se establecieron turnos de guardias, aunque en honor a la verdad creo que la mayoría distendió su metabolismo o necesidad humana de sueño, para poder apreciar totalmente esa hermosa navegación, lo único que faltaba era que hubiera sido una navegación de plenilunio. Lo que alcanzo a recordar que aun así la noche era muy luminosa con gran limpidez de atmósfera y el brillo de millones de estrellas.
A la altura de la boya 7 del canal principal decidimos virar al Este hacia nuestro objetivo, a la madrugada pudimos observar Pehuen-co, y a eso de los 8,30 de la mañana estábamos llegando a Monte Hermoso. Había un buen sol, viento medio, y si bien la rompiente de la costa se hacía notar en unas tres ondas, a unos 200/300 m. fondeamos tranquilos y nos dispusimos a tomar nuestro desayuno, quedando a la espera de nuestros visitantes.
Fueron unas pocas horas relajadas y felices por lo que hasta ahí habíamos vivido. Así que ese tiempo de relax y comentarios, pasados un par de horas se comenzó a preparar una abundante picada con la cual esperábamos agasajar a la visita. Por lo que recuerdo, era aún una época en la cual los equipos de comunicaciones vhf no se habían popularizado, tal vez debido a su alto costo, porque sí reconozco que ya habían aparecido los equipos de procedencia japonesa que habían abaratado mucho el valor de los mismos, pero todo era dólares y se hacía oneroso para el bolsillo medio.
Digo esto porque no teníamos comunicación de ningún tipo, ni aun con Prefectura, como debe ser hoy día, por lo que no teníamos ni comunicación con la supuesta visita, (no recuerdo quiénes eran) que con alguna lancha se acercaría a visitarnos. La verdad que no vimos ningún movimiento de ese tipo en la playa.
Estábamos entonces en esa espera, cuando de improviso vimos acercarse rápidamente del Oeste una bruma que se resolvió en un furibundo frente de viento ya que no se trataba del clásico Pampero, con viento y lluvia asociada. Esto era un viento arrachado que fue aumentando su fuerza a un nivel que calculamos a ojo en 80 km. con ráfagas tal vez aún mayores...
Ni que hablar del estado de mar que se desarrolló, no había pasado media hora, serían las 11 de la mañana, recuerdo que algunos habíamos comenzado a picar por nuestra cuenta, ya que la visita no se hacía presente.
De resultas de todo este ambiente al poco tiempo el estado de nuestro fondeo se hacía insostenible, para mejor algunos de los tripulantes comenzaron a sentir el efecto de tanto movimiento, parecíamos que estábamos en la lavadora.
En mi caso prevenido, me fui a la cabina y me cambié adecuadamente con mi traje de agua, toalla enrollada al cuello, como se estilaba, o sea preparado para toda contingencia de duras condiciones de navegación (mojaduras). Les quiero aclarar que era a comienzos del verano, en una situación de muy buena temperatura, nada que ver con abrigos...
De resultas de la conmoción que había causado tal estado de cosas, cuando empezamos a reaccionar, en cubierta quedamos solamente Horacio y yo, quiero agregar en un estado intermedio a Varela el cual, como pude apreciar en otras situaciones, tenía la características que no sufría el mareo si alcanzaba a tomar algo de aire fresco, por lo tanto él se mantenía asomado desde cabina al cockpit y podía asistirnos en materias de datos de carta, bebidas, o sea cubría su debilidad con muy buena voluntad y servía de buena ayuda.
La primera medida que tomamos al ver que era una tormenta de viento y que a lo mejor se trataba de algo pasajero, fue tratar de ir a fondea mar adentro, por lo menos a media o una milla de la costa, donde por lo general el mar se arbola pero en una forma más regular, pues donde estábamos era un hervidero.
Eso hicimos, otra oportunidad de probar el barco en diferentes condiciones, a las ideales y muy tranquilas de nuestra ida, a estas que eran radicalmente diferentes. Llegados aproximadamente al lugar propuesto visualizábamos que hasta donde podíamos ver el mar se presentaba en igual forma, resultado que consensuado con Horacio y Guillermo, apreciábamos que no nos quedaba otra alternativa que tomar el camino de vuelta.
La hipótesis de fondear a la espera de una mejora del tiempo nos parecía inútil, para esto ya había pasado una hora y media de temporal y pasado el mediodía, a lo lejos advertíamos que la playa se había despoblado al llegar ese viento. Una verdadera pena pero... “al mar hay que tomarlo como se nos ofrece”.
No voy a negar que la navegación fuera de las mejores pero..., ese gusto a la navegación marítima en lo íntimo nos llenaba de satisfacción, el barco se desempeñaba maravillosamente surcando el mar velozmente, creo que acertadamente equilibrado vélicamente, el mismo nos daba verdaderamente satisfacción al timonearlo en esas condiciones y ver su performance.
La navegación se daba de ceñída no demasiado cerrada, por lo que el velero tenía buena velocidad y equilibrio.
Al principio había tomado el timón Horacio y yo me encargué de las piolas, luego alternamos alguna vez. Pasamos Pehuen-co..., como dije marchábamos en plena tormenta de viento, el mar nos salpicaba tupido pues el barco pese a que cortaba las olas con velocidad, algunas veces nos encontrábamos enfrentados con algunas que nos bañaban de un agua que no estaba al principio fría pero que al tiempo se hizo sentir por efecto de la mojadura y el viento.
Llegamos así al punto donde teníamos la posibilidad de elegir, entre cortar camino por un camino boyado auxiliar del canal principal o llegar hasta este varias millas más adelante para allí enganchar con la cadena de boyas que señala la entrada principal al canal de la Bahía.
Aparte de todo lo comentado, para quien quiera apreciar este relato como enseñanza, pongan atención a lo que ahora sigue en el relato....
Fue entonces que decidimos con Horacio tratar de cortar camino, la consulta con nuestro navegador indicaba que en la carta figuraba buena profundidad en ese canal... Con referencia a esto hay que tener mucho cuidado en conocer la actualidad de los mismos, pues pueden embancarse y si uno no tiene una carta actualizada y algo más (suerte), puede haber cambios en las profundidades.
La verdad es que todo esto lo teníamos muy claro, en especial yo que algo había conocido por haber navegado en algún remolcador y las charlas con entendido en el área.
Entonces enfrentamos el nuevo rumbo virando hacia estribor y abriendo las escotas, por lo que velocidad no nos faltaba pero.... Pero “mejor no acordarse” sabe decirse como cliché pero..., ahora quiero recordarlo para Uds..
Como dije las condiciones náuticas no eran en sí tan dramáticas, muy fuerte el viento eso sí, pero el barco que maravillosamente surcaba las olas, al poco tiempo de marchar, teniendo al través por babor al banco que divide la entrada y por estribor al fondo divisábamos la Punta Tejada, cuando se nos presenta una especie de ola tendida que nos acoge en su seno, el barco parecía irse por ojo, con Horacio sólo nos miramos, creo que cada uno debe haber implorado según sus creencias algún pedido de salvaguarda....
El Paquita tenía una eslora de 8.00 m. , calando 1,40/1.50 al menos, el panorama era que veíamos que nos íbamos en esa profundidad teniendo a la vista el monte de la siguiente ola, esto es un período bastante corto, en el pleno mar esas olas se distancias en mayores distancias, 50-100-200 m.
Varios pensamientos corrieron por mi mente, luego corroborados con mi acompañante, que él había pensado lo mismo, hasta donde íbamos, y luego si seguíamos la pendiente natural de ascenso a la siguiente ola, ... si no llegaríamos a tocar con nuestro quillote en el fondo...!!
Todo esto creo que es más lento leerlo que padecerlo, pues los tiempos de los hechos a veces son mucho más rápidos, la verdad que sí, comenzamos a levantar la proa sin sentir lo que nuestro raciocinio estábamos rogando que no ocurriese.
Este efecto lo tuvimos que padecer tal vez media docena de veces, vimos incluso pasar un boyas nuevas de color amarillo que habían utilizado para la buena marcación del sitio.
Al final terminó ese suplicio al fondo, a cierta distancia empezamos a apreciar el boyado del canal principal, creo que no debemos haber respirado hasta no tenerlas al lado nuestro...
Lo que pasa allí es que la presencia de los numerosos bancos de arena, protagónicos de toda nuestra zona, al estar ese canal encajonado forma ese tipo de mareaje u oleaje muy acentuado y peligroso, aún para barcos de gran eslora, en la carta figura como auxiliar o secundario, claro, pero para utilizarlo con el mar tranquilo, tengo que agregar.
Justamente antes de la entrada al canal auxiliar, figura una zona como fondeadero para los barcos que vienen de ultramar y tiene que esperar sitio en el Puerto local. De ello pudiera referir una anécdota que me tocó como protagonista esta vez como Buzo profesional, sobre un barco de 160 m. de eslora que tuvo que batallar contra un temporal similar, tuvo garreo de anclaje y golpeó ferozmente contra esos bancos de arena dura que hemos mencionado. Será otro capítulo....
Fue entonces que, tal vez más distendido, (porque antes no lo había apreciado), yo escucho como un tabletear..., tal vez fuera una de esas ametralladoras que usan por allí, imaginen que estábamos dejando por estribor la playa más al sur de la Infantería de Marina.
Noo...,! lo que pasaba es que Horacio, que venía tan callado como yo hasta ese momento, tal vez con su boca tan cerrado por lo fruncido de la situación y otra porque la mojadura lo había afectado, aguantándose por el momento hasta que el peligro fue pasando y resultado que él no se había arropado adecuadamente, venía de remera y camperita y con la mojadura el viento lo refrescó por debajo de la temperatura reinante, tenía los diente castañeteando en una forma increíble....
Inmediatamente le pedí que se fuera a la cabina, le recomendé a Varela que le preparara algo caliente y que tomara una aspirina, el mismo colaboró eficazmente brindándole una chocolatada y dándole abrigo y toallas para secarse.
Me tocó a mí hacerme cargo del timón del cual no me desprendí hasta Puerto Belgrano que era el destino alternativo que habíamos elegido, pues por nuestros cálculos, llegar al club a tiempo era imposible.
Y que más pasó...? Que Dios se apiadó de nosotros y dijo como prueba es bastante por hoy..., creo que dos o tres boyas mas adelante el viento empezó a calmarse, aunque parezca increíble en media hora el panorama cambió en tal forma, que lo pasado...pasaba a ser este recuerdo.
Pudimos observar un crepúsculo de aquellos, con bastante anticipación para que nos dejara entrar en la base, saludar a Control Puerto e ir a abarloarnos al “Austral”, que por un buen tiempo fue nuestro compañero de fondeo cuando llegábamos a Pto. Belgrano, cuestión de afinidad que le dicen.
Allí pasamos una buena y corta estadía, aún estaba el Club en condiciones con su sauna, que tanto apreciábamos y que creo que usamos también ese día, luego de un buen descanso a la mañana siguiente partimos con la marea y llegamos felizmente al club.
Todo lo pasado es esta anécdota, pero el destino quiso que hubiera otra para contar y que haré en un nuevo relato, este no tuvo el final feliz de la nuestra y uno de sus actores, Roberto Fernández, dueño del Paquita, hoy estará navegando anticipado en el infinito realizando la singladura más larga que a todos, algún día nos tocará.
Bahía Blanca, septiembre 1 de 2008
Hugo W. Barzola
Piloto de Yate-Prom.14-1974-
CNBB-Bahía Blanca
N.A.: La foto no corresponde a nuestro caso, fue obtenida de un archivo de Google para mostrar el tipo de barco.
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