DONDE ESTA?

A GRAL LAVALLE EN UN ALBATROS 950

III Regata San Isidro-Gral. Lavalle

Por Martín Pachiani


Con una mañana desapacible soltamos amarra bien temprano para alcanzar la línea de largada distante a una 13 millas. La misma había sido fondeada frente al puerto de Buenos Aires para que pueda largar la Esperanza con sus 2,70 m de calado.

Llegamos con el tiempo justo atravesando la línea en una ceñida con viento del este, aguantando todo el trapo. En el Hannah Boden éramos solo tres tripulantes así que debíamos ser conservadores y no era cuestión de andar haciendo banda, tal es así que unos minutos después de pasar la línea tomamos la primer mano de rizos. El barco navegaba muy rápido y pasamos al Lobisón, La nave y el Sagitarios, mientras el Esperanza tomaba la delantera imponiendo su eslora separándose del resto de la flota. A bordo había buen animo, llevaba de tripulante a Aníbal Vera en representación de los pagos del Tuyu quien fuera alumno mío en una de los cursos de Timonel que dicte en mi estadía en San Clemente del Tuyu por el año 2000. Alejandro Pérez de la Hoz fue mi segundo tripulante que actualmente tengo en el curso Patrón de Yate y no tenia experiencia en este tipo de navegación, ambos resultaron muy aguantadores y principalmente buenos camaradas a los que nunca les falto el buen humor.

El anemómetro superaba los 20 nudos así que achicamos un poco la vela de proa que es de enrollar y que al rizarla es bien sabido que pierde eficiencia además de algunos grados de ángulo de ceñida, sin embargo no era cuestión de apretar demasiado habíamos acordado que lo importante era llegar y en lo posible sin romper nada. El Hannah es un Albatros 9.50 y como todo barco de orza es mejor no cargarlo mucho de paño y al ir mas adrizado mantiene la velocidad que no bajaba de 6 nudos en la corredera.

El cielo estaba encapotado y la marejada tomaba altura conforme el viento se afirmaba del sudeste lo que no teníamos previsto, la estrategia fue llevar el barco bien cerca de la costa donde se reducía el tamaño de las olas, así fue como en un momento nos encontramos navegando en un río aceitoso y de olor nauseabundo cuando me percate que la estructura que teníamos por el través era la Torre Difusora que vacía los líquidos cloacales de Quilmes y zonas aledañas.

El viento seguía en aumento manteniéndose por encima de los 25 nudos con fuertes rachas que superaban ampliamente esa cifra, para entonces ya habíamos tomado la segunda mano de rizos y el barco iba para adelante a buena velocidad, navegando suavemente con rociones esporádicos sobre cubierta, sin embargo el vira vira era desmoralizante y cansador. El tiempo parecía empeorar y comenzábamos a sentirnos cansados, a las tres de la tarde recién estábamos en Punta Lara siguiendo la isobata de 3 metros como lo hace el ciego con su bastón. En la bruma aparecían las siluetas oscuras de los buques fondeados en la rada del Puerto de la Plata y para darnos un golpe más de desazón apuntaban directo al sudeste, es decir que también teníamos la corriente en contra. La mayoría de los que eligieron la ruta por aguas mas profundas fueron desertando porque según comentaron las olas eran grandes y el avance penoso. El Lobisón de mi amigo Cella debió dejar la cancha al parecer por una avería en el flamante aparejo con una mayor gigante que estaba estrenando. El velero La Nave intentaba comunicarse con el Guardacostas Bahía Blanca sin tener éxito, hice de puente y reportaron su regreso a puerto por rotura de timón.

Cruzar la entrada a La Plata fue vencer el primer reto, apostaba a que el viento debía rotar al noreste y todo era cuestión de aguantar lo mas cómodos posible, tal es asi que establecí el sistema de guardias de tres horas para poder quitarnos la ropa mojada y descansar, la noche cayo rápidamente y hasta el momento solo habíamos ingerido unos sándwiches y algunas reconfortantes sopas de sobre. Tal es así que me dispuse a cocinar y prepare un sustancioso arroz con vegetales en una salsa con un toque de azafrán al que además le agregue proteínas con una lata de atún, ni hablar de lo que nos pareció un manjar en aquella noche oscura.

La antena del destacamento de Atalaya lentamente quedaba al través y siendo la medianoche pasamos nuestro reporte al operador de turno. Habíamos quedado solos, no veíamos las luces de los veleros, solo las de tierra y la lejana bóveda de Montevideo, parecieron las estrellas y a medida que nos acercábamos a Punta Indio el viento fue rotando al Este y disminuyendo permitiéndonos pasar de un solo borde pegados a tierra.

El siguiente waypoint era Punta Piedras y el rumbo nos daba directo con todo el trapo, viramos la punta a las seis de la mañana y mientras la bahía recibía al Hannah a mi me esperaba la cucheta, aunque previamente reporte la posición al Guardacostas Río Deseado quien me informo que quedaban solo 9 veleros en la regata.

Me levante a las nueve cuando Aníbal ingresaba a la cabina y Alejandro quedaba al timón enfundado en su traje de agua guareciéndose de la lluvia, estábamos en la latitud del Río Salado y una vez mas hice contacto radial con el destacamento para pasar nuestro reporte. Las nubes se fueron disipando y en medio de la bahía nos ilumino el sol reglándonos una navegación placentera en un mar agradable con el esperado viento del noreste.

Como de costumbre Marcela, mi mujer, me había preparado una salsa boloñesa así que el mediodía me encontró otra vez de cocinero sacando unos exquisitos ravioles con abundante salsa espolvoreados con queso parmesano. Mientras navegábamos con viento franco apareció el faro San Antonio en el horizonte marcándonos el fin de la Bahía de Samborombon, la línea de llegada había sido establecida fuera de la zona de bancos en mucha profundidad también pensando en el Esperanza que para ese entonces cruzábamos de vuelta encontrada ya que iniciaban su viaje de regreso sin entrar a puerto, lo mismo hacia el Pura Sangre II luego de una muy buena performance en la regata. Con viento flojo y fuerte corriente bajando atravesamos la línea de llegada cerca de las dos de la tarde y fue motivo de festejos. Continuamos a vela mientras realizaba una reparación en el botón de pare del fuera de borda que a consecuencia de un golpe luego de la largada había quedado fuera de servicio en caso de necesitarlo. La suave brisa de popa nos permitió hacer un buen trabajo y pudimos entrar y navegar la sinuosa Ria de Ajo ayudados por la maquina. Gozamos el paisaje que descubría extensos cangrejales con la marea baja, poblados por variedad de aves que se alimentan en el fango. Sin embargo me produjo cierta melancolía encontrar solo dos veleros en el muelle (Red Wind y Sole V) porque conozco lo que significa para el pueblo organizar este evento y finalmente fuimos solo 6 los veleros arribados sobre un total de 22 inscriptos. En horas de la noche entro con la marea el Luna Azul un CP26, el velero mas chico arribado, si bien llego solo una hora detrás de nosotros su calado no le permitió ingresar por el canal. De todos modos se cumplió el cronograma y la Prefectura nos agasajo esa misma noche con una fritanga de pescadilla de banco y al día siguiente el Municipio de General Lavalle organizo la entrega de premios con asado música y danzas folclóricas en un clima festivo. Y tuvimos la suerte de recibir el premio al segundo lugar en nuestra serie y una bonita copa otorgada por la comuna de San Isidro al Sanisidrense mejor clasificado.


Martín Pachiani

Mayo 2011


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