DONDE ESTA?

BORDE A QUILMES 2009 - por Alita Wexler

UNA REGATA A PURO SPI (*)

Publicada en El Mundo de la Náutica mayo/2009

A la altura de Bernal eché un vistazo por popa y el río me sorprendió con su silenciosa marcha de mariposas technicolor: ciento treinta spinnakers hinchados portando el leve soplo que el Norte nos entregó esa jornada.

Llevábamos cinco horas de regata y faltaban aún unas millas para virar la boya y entrar en la pierna final. Nos dimos cuenta que no teníamos más de veinte barcos en nuestra proa y que los otros ciento treinta que largaron con nosotros venían detrás! Estábamos haciendo un regatón!

La Borde este año imponía una tarea milimétrica de trimado y timón para aprovechar al máximo cada prestada y minimizar cada negada de ese aliento apenas perceptible que, borneando caprichosamente entre la popa redonda y un través, nos iba librando de la encalmada aunque la mayor parte del recorrido no alcanzaba siquiera la categoría de brisa.

Corríamos en dobles en el Gringo.

El Gringo merece un capítulo aparte. Es un grumete de primera generación con maniobra de última generación. Un histórico número 7 de la década del ’40 dotado de chupador de spi, de una maniobra íntegramente bajo cubierta y de cabos y motones ultralivianos que deslizan libres de todo roce y fricción. Una exquisitez! Un pura sangre que no perdona ningún error. Exigente. Brioso. Sensible. Audaz.

Era mi primera vez al timón del Gringo y habíamos largado frente a Olivos ya con spi y una brisa apenas insinuada. Mis dotes de timonel se pusieron a prueba pero el barco enseguida reaccionó.

Largamos en la segunda tanda –la primera fue la clase sin spi- echando un borde hacia la costa para no ir en popa redonda y la cercanía de la costa pagó. Caminábamos mucho más que los demás. La gran mayoría de la flota se había desplegado en abanico encendida en coloridos spis río adentro y la calma a la altura de Nuñez les fue fatal. Nosotros no dejamos casi nunca de caminar. En algún momento sólo a camalote llevados apenas por la bajante y generando nuestra propia brisa, pero caminábamos mientras el grueso de la flota estaba detenida en el tiempo, con los pétalos marchitos de sus spinnakers como testigos de su frustración.

Entretanto, íbamos defendiendo a capa y espada -literalmente a caña y spi- nuestro suave camino de los avances de los pocos barcos más grandes que habían elegido la costa también, y que, habiendo largado después, nos venían alcanzando amenazando con pasarnos por barlovento y desventarnos peligrosamente.

Cada vez que algún grandote se acercaba le orzábamos lo más que permitía el globo sin pinchar, y les hacíamos ver con claridad quién mandaba en ese corredor! Lo fuimos haciendo bien. Ninguno nos pudo desventar. Los obligábamos a derivar.

No nos animamos a acercarnos demasiado a la costa por temor al socaire de barlovento que podían producir los edificios tupidos al llegar a la altura del puerto, sobre todo porque hacía bastante calor. Así que en cierto punto trabuchamos para mantenernos a distancia.

Cuando de pronto, por delante de nuestro spi, pudimos ver un par de barcos mucho más pegados a la costa todavía, que se deslizaban airosos al doble de nuestra velocidad, ganando más y más distancia, como si estuvieran corriendo otro día y en otro lugar. Y sí ... la costa pagó. Y cuanto más a la costa ... más pagó.

Habiendo dejado Núñez atrás, en el peor momento de calma que nos deparó el día, vimos venir por popa al inconfundible casco verde del Viva Zapata a todo spi haciendo bigotes de espuma con la proa. Nos pasó como si fuéramos un espeque y desde ese momento sólo le vimos la popa hasta que no lo vimos más.

Pero a nosotros también nos llegó la brisa que trajo al PK22 desde atrás. Trabuchamos otra vez y empezamos a deslizarnos con agilidad. El viento por momentos se iba a un descuartelar, y amenazaba con hacernos bajar el spi. Lo aguantamos y por fin se estableció de un través y nos fue empujando sin prisa pero sin pausa hasta cruzar los canales de acceso al Puerto de Buenos Aires, que fueron quedando bien, bien atrás.

Y así fue que, concentrados en el spi, llegamos a la altura de la costa de Bernal, donde eché ese primer vistazo por popa y el río me sorprendió en technicolor.

La flota venía deslizándose río adentro detrás del Gringo y el espectáculo por momentos me hacía perder la concentración.

Cada pequeña distracción mía en el timón obligaba a Héctor a hacer magia con la escota y la braza. Atenta timonel! La mirada al frente fija en el borde de ataque del spi!

Empezamos a ver los pocos barcos que nos aventajaban trabuchando en algún punto en nuestra proa, más allá, y nos desesperamos por avistar la boya hasta que finalmente, se nos entregó. Ahí estaba, inmóvil y aun así esquiva, ahora la veo, ahora no, nuestra primera meta a la espera de nuestro baile a su alrededor.

Unos cables antes de llegar a la boya, nos alcanzó el Canuto Rex, sorprendido de encontrarse con un grumete en su proa. Cuando nos pasó, me monté en sus olas en barrenadas que nos hicieron chillar de la alegría de navegar aunque sea por unos segundos a un par de nudos más.

Preparamos cuidadosamente la maniobra para montar la boya: había que trabuchar el spi sin perder tiempo ni velocidad, ni llevarnos puesta la boya ni desinflarlo ... y lo logramos en forma impecable!

Después de la trabuchada ... la pierna final. Se veía la línea de llegada perfectamente delimitada por la boya a babor y la lancha a estribor, y elegimos cruzarla pegados a la boya, que estaba más cerca y nos daba algún segundo más de oportunidad.

Con la boya en la mira, el spi bien establecido, la emoción de estar por llegar, la certeza de que no había arribado todavía ningún barco de nuestra serie y que la jornada en el agua nos pertenecía ya, levanté la vista hacia el cielo por primera vez ...

El malón de nubes negras que venía galopando desde el suroeste era el anuncio de lo que se iba a venir.

Miré la boya, miré el pampero y miré hacia atrás. Supe que nosotros llegaríamos a la boya mucho antes que el pampero, pero que la flota, con todo el paño izado, iba a ser azotada por el temporal. El corazón me latió a mil entre el alivio porque zafábamos, la emoción por la proximidad de la línea y el temor por los demás. No tenía que perder concentración.

A pesar de mis distracciones, el Gringo estaba decidido a llegar, y así cruzó la línea pegado a la boya y rodeado de un par de barcos mucho más grandes que él, cargados de tripulación, asombrados de tenernos entre ellos como un par.

La pitada que saludó nuestro arribo fue la consagración del esfuerzo después de casi 6 horas de timonear y trimar.

Felices por nosotros y preocupados por los demás, arriamos finalmente el globo que nos acompañó desde la largada y entramos a puerto sin novedad.

Atrás de nosotros ... entró el pampero. Como calculando el momento, nos permitió amarrar, arranchar, guardar bien dobladas las velitas, poner la carpa y saltar a tierra. Con los sacos de agua puestos y los bolsos en la mano, comenzamos a bordear el espejo de agua para ir desde la marina hasta el club house cuando reventó. Cortinas de agua, truenos, viento, la furia de la naturaleza desatada por un tiempo que no fue largo pero que tuvo sabor a eternidad. Al Gringo le perdonó la vida, pero a nosotros nos empapó!

No quiero ni pensar cómo la pasaron los ciento treinta de atrás.

Los que estaban próximos a la llegada se negaron a achicar paño para no perder ni un segundo en su chance de clasificar. Varias tumbadas fueron el precio de esa combatividad.

Los que estaban todavía lejos de llegar, arriaron paño y muchos aguantaron a motor, perdiendo su oportunidad.

Todos llegaron a puerto sin novedad. Algunos con pitada de arribo. Otros fuera de regata. Pero nadie se quedó atrás.

El Náutico Quilmes nos esperaba con su habitual hospitalidad. Hamburguesas y cervezas para todos! Música, amigos, anécdotas y la lluvia tras el cristal. Ya a resguardo ... qué lindo que es ver llover!

La noche fue de fiesta y más fiesta, como las que el CNQ sabe hacer.

Fabián/Fusa al micrófono con su eterna sonrisa y su buen humor.

Sorteo de regalos. No saqué nada, para variar.

Entrega de premios: Juan, Nico y Ale entregando copas a los que resaltaron en su performance. Las correcciones de la fórmula que equiparan sabiamente las chances de los barquitos nos otorgaron un segundo lugar en la Serie E y un segundo lugar en la clase Dobles.

Y canilla libre y pizza y se armó el baile que duró hasta el amanecer. Andy, Amadeo y Otto con los daikiris a los que no le escamoteaban el ron.

Afuera, el espejo de agua del CNQ estaba erizado de mástiles despuntando un merecido reposo. El reposo de ciento cincuenta guerreros que vencieron la calma y el temporal.

El reposo de ciento cincuenta mariposas technicolor.

(*) Nota de la autora: Sí, lo corregí. Es spi!


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