DONDE ESTA?

REGATA A MAR DEL PLATA 2009 - por Alita Wexler



Mi compañero de tantas navegadas y mentor náutico me envió un mail con el aviso de regata y un comentario que rezaba: “Dobles en ORC Club. Qué te parece?”
Y ahí estaba yo timoneando el Alcyon hacia la línea de largada mientras Héctor –verdadero capitán de mi nave y héroe de la jornada- intentaba desesperadamente izar el asimétrico, operación que nos llevó una eternidad y retrasó nuestra largada.
Primer error, y casi único, pero fatal. Había llevado las velas a la velería para que les coloquen el número por exigencia del reglamento. Y entre los 50 items que tenía nuestra lista de tareas para la preparación de la regata, estaba la de repasar el asimétrico para asegurarnos de que estuviera bien guardado. Fue una de las dos o tres tareas que quedaron sin tachar ...
Lo pagamos carísimo. No sólo costó hacerlo subir, sino que después, antes de llegar a Oyarvide, cuando se fue poniendo de nariz, no lo podíamos arriar. Dos eternidades.
El magnífico Viki Agote, que iba unas esloras delante nuestro, y veía venir mi poderoso celeste y blanco sabiendo que nos pagaba mucho más que la distancia que nos llevaba a pesar del retraso en la largada, respiró con alivio cuando nos vio parados luchando nuevamente con el patrio balón que nos hizo las mil y una hasta que bajó. Desacatao!
Después, en la pierna de San Clemente a Médanos, cuando nuevamente teníamos viento franco y muy fresco, ya no nos animamos a izarlo otra vez, sobre todo con temor de no poder arriarlo si refrescaba más. La flota se fue ... más allá de nuestra esperanza.
A pesar de todo, disfrutábamos de la navegación y del mar. Dije por ahí antes de zarpar que mi triunfo sería llegar, y lo sentía así. Hasta último momento mi fantasma fue un Sur fuerte que nos obligara a recular para el norte. Pero en la reunión de Capitanes en el YCA, en la que nos agasajaron especialmente y nos dieron una calurosa bienvenida a la clase dobles, haciéndonos sentir como en casa y como si fuéramos muy importantes, en esa reunión decía, nos dieron un pronóstico tranquilizador. Parecía que íbamos a llegar nomás. Pero Héctor es competidor de raza, no termina la regata hasta que cruza la línea.
Llegando a Médanos, creíamos que ya estaba todo perdido, y seguimos firmes pero serenos, cuando un par de millas antes de la canaleta, aparece un barquito en nuestra popa.
Héctor bailaba de contento: “Hay un barco a popa! Hay un barco a popa!”
Yo pensé: “Este no es de la regata! No puede ser que haya quedado alguien atrás. Y si es de la regata y quedó atrás, pues nos está alcanzando ... joder!”
Era el Potra. Un barco que competía en PHRF con tripulación completa. No era contendiente nuestro, pero a quién le importan las fórmulas. A partir de allí, tuvimos nuestra íntima regata propia. Fuimos mano a mano, cabeza a cabeza con el Potra hasta el final.
Eso le dio nuevamente interés a la competencia.
También supimos que los barcos de nuestra serie no nos llevaban tanta delantera, habían encalmado más adelante, de modo que teníamos una chance importante de descontar. El Usuhaia era imparable, y además le pagábamos (grande el calamaco!). Pero el Albacora con su dupla regia (mis respetos Viki y Jáuregui) y un Holland 34 del que poco sabíamos podían estar a tiro. La adrenalina a mil otra vez.
Seguidos por el Potra cruzamos exitosamente la canaleta. Luego se nos adelantó. Luego lo pasamos nuevamente. En fin. Reñimos.
En Villa Gessel nos esperaban los amigos desde la playa. Nos veían pasar peleando con el Potra, que a esa altura nos adelantaba bastante, y nos invitaban a fondear en la bahía y nadar hasta la playa para compartir unas caipirinhas ... ni modo!
Los amigos siguiendo nuestra navegación y alentándonos fueron de gran importancia en el esfuerzo.
Ya de entrada, Osval que no pudo llegar a la línea de largada a hacernos la hinchada por el calmón, pero que sabíamos que andaba cerca de ahí, y Fabi que nos interceptó a la altura de Quilmes para alentarnos, nos dieron fuerza y emoción. Y todos los mensajitos de texto y de voz. Y saber que todos entendían que era mi primera vez y que tal vez no era la mejor ayuda para Héctor pero que lo que importaba era estar ahí, y ahí estábamos. Solos los dos con el mar.
Esa noche, la segunda, me tocó la guardia, frente a Pinamar desde que salió la luna hasta que despuntó el sol.
Descubrí que la luna y el sol salieron exactamente por el mismo rincón del horizonte.
Descubrí que la luna salió exclusivamente para mí esa noche. Descubrí que la luna apoyaba su cabeza en mi hombro, al revés que en los versos de Sabina. Y me acompañaba así, recostada en mi hombro, a lo largo de toda esa noche mágica e irrepetible. Un intenso farol blanco que tornaba resplandeciente la cubierta del Alcyon que se deslizaba como el manto de una novia abriendo en noctilucas de espuma el seno del mar. Y una ceñida de escotas abiertas. Y ese sonido de la proa contra el mar. Y ese suave vaivén. Y yo sola en el cockpit, mi vida dependiendo de una línea que aseguraba al arnés. Y pensé entonces: “Uno soporta mil inclemencias arriba del barco, sólo a la espera de una singladura como esta ...”.
Cuando salió el sol, exactamente por donde había salido la luna, entregué la guardia y fui a descansar.
Cuando salí a cubierta otra vez ... Mar del Plata era nuestra ... pero no la podíamos tomar!
Encalmados junto con el Potra. Nosotros más adentro, el Potra más cerca de la costa y más atrás.
No avanzábamos casi nada.
Sabíamos que el resto de la flota ya había llegado largo tiempo atrás y que no teníamos oportunidad. Pero ya nadie nos quitaría el cuarto puesto de la serie, serie de cuatro competidores, y nadie nos pondría una sigla que dijera que el Alcyon no llegó. En la posición que fuera, el Alcyon tendría su tiempo real y su tiempo corregido, y eso era algo que yo quería ver.
Fuimos llevando el calmón como pudimos, buscando la brisa entre la calma como los buscadores el oro entre la arena, y hallando apenas algunos leves alientos que nos permitían avanzar entre los bolsones de descanso que se estaba tomando el viento. En fin. Que el Potra no estaba mejor.
Yo venía timoneando displicentemente, haciendo milagros para tener algo de camino, cuando veo que Héctor se agita al grito de: “El Potra puso el globo!” A poner el poderoso patrio otra vez, a como dé lugar! Es nuestra única oportunidad de no dejarlo pasar. Si se atasca, paciencia. Perdido por perdido, el globito se portó como el mejor, haciéndose el distraido de todo lo que antes nos había hecho sufrir. Subimos el celeste y blanco, y fuimos tratando de que no se desinfle y nos haga pasar papelón a la hora de cruzar la línea de llegada que estaba ahí ... ahí nomás!
Con Alicia al timón y Héctor con la escota y la braza, cruzó el Alcyon la codiciada línea de llegada llevado de la nariz por su poderoso gennaker color patria, y una comisión agobiada por el calor y la espera nos entregó la pitada de arribo en una jornada de gloria para los tres: Mar del Plata nos perteneció por ese segundo en el que se enfilaron las farolas con la trompa del Alcyon.
El Potra entró casi casi con nosotros, la peleó hasta el final. Como corresponde a un gran barco y a una gran tripulación.
No vale resaltar solamente el error. Hay que decir que el barco estaba preparado a full. Que se banca todos los errores y aprovecha todos los aciertos de su tripulación.
Hay que decir que la navegación fue planeada en forma impecable, contando con los sabios consejos del Nono Torre.
Hay que decir que Héctor compensa de maravillas las falencias que por impericia o inexperiencia aquejan a la Capitana.
Que Nico Promenzio y Eduardo Castro nos guiaron con paciencia y cariño por todos los vericuetos del reglamento.
Que Alberto “Shikandi” Rodriguez, Mario Pereyra y Eduardo “Salvador” Curti me ofrecieron desinteresadamente balsas salvavidas.
Que muchos amigos estuvieron pendientes y ofrecieron su colaboración.
Y que todo eso hizo que esta aventura, una más para otros pero única para mí, fuera desde los preparativos una gesta emocionante y un gran desafío.
Y al final ... las cenas de camaradería y de entrega de premios fueron para nosotros la consagración más allá del resultado.
Porque nos pusieron mano a mano con gente que estaba tan contenta con nuestro arribo como con sus propias medallas.
Y porque nos abrieron las puertas de la amistad con gente de mar. Y porque renuevo mi convicción de que, contrariamente a lo que se suele decir, la náutica no es un deporte machista, sino un deporte de caballeros, que me hicieron sentir como una reina entre pares.
Y porque cumplí mi sueño de llevar al Alcyon a Mar del Plata, y que en el muelle me esperara Tito Rozán (Tito, me debés el calamar... yo te debo tanto!)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

lindo relato

Jorge H. Moares dijo...

Lindo relato Alicia, me transmitió tu emoción.

la recalada dijo...

Muchas gracias Jorge!
Saludos